domingo, 17 de octubre de 2010

I feel sLOVEnia


No es fácil escribir en un día como este. Es tal el número de sensaciones que atesoro dentro de mi cuerpo que las palabras se atascan en una presa producida por mi mente. Pero hay una que prevalece y sale a flote por encima de las demás, “para esto he venido hasta Eslovenia!!!”. Sin lugar a dudas este ha sido el motivo por el cual he dejado atrás a mi familia, a mis amigos… y a mi golfito.

Las palabras no fluyen cuando quieres expresar tanto vivido en tan poco tiempo. Te sientes torpe, inútil, como el coche estropeado o el chico que o es capaz de decirle a la chica que le gusta lo que siente por ella. En ocasiones pasan días, semanas  e incluso meses hasta que encuentras la forma de contarlo de la manera que tú quieres, que se merece. Sin embargo yo quiero que sea hoy, para intentar transmitiros a todos este estado de exaltación, de bienestar, de felicidad. Comenzaré por el principio a ver si consigo no perderme.

Ya la semana ha empezado bien, con nuestra primera y segunda clase de osnovna Motorika, en la que, como es de suponer, no nos enteramos de un carajo, al realizarse en el idioma patrio. Allí hemos conocido a todo un personaje, el señor Borut Pistotnik,  una especie de mezcla entre un sargento del servicio militar y Charles chaplin, ah! y tambien es nuestro profesor. Ya tenemos la primera toma de contacto con nuestros nuevos compañeros. Esto pinta bien!!!

 A lo largo de la semana conseguimos hablar con algunos de nuestros profesores y nos comunicamos por e-mail con todos (por cierto majetes, cuando queráis contestáis…). La cosa va tomando forma.

         El lugar elegido es Vikrče, una especie de barrio o pedanía en la periferia de Ljubljana. Al bajarnos del coche de nuestro profesor la montaña se alza majestuosa ante nuestros pies. No es grande en altura, pero sí en desnivel. Hecho el reparto de material, comenzamos la ascensión. 

         Paramos a unos 200 m para colocarnos los arneses y lazos de vida. Se trata de una vía ferrata que en palabras de Pablete la calificaríamos de “muy disfrutona”. La dificultad no es excesiva, pero sí la belleza de los movimientos y por supuesto del lugar donde nos encontramos, sorteamos brechas en las rocas, como si el dios del trueno hubiese querido dejar constancia de su poder.

Avanzamos con buen paso, pies firmes y enlazando un movimiento de mosquetón con otro. La ascensión es segura e ininterrumpida, la sensación, indescriptible. Cada ciertos metros y cuando las características del terreno lo permiten, se establecen puntos de práctica, para llevar a cabo lo aprendido en clase, Ballestrinque y Prusik, son los reyes de la fiesta. Y finalmente llegamos a la cima, un mirador por el que se contempla nuestra bonita ciudad en su mayor parte. Unas bromas con el profesor, en un spanglish muy extremeño y volvemos al trabajo. En el descenso el ambiente se distiende aún más. Isi y yo no podemos borrar esa sonrisilla de la cara. Es nuestra primera salida con la clase, la primera de la que esperamos sea una larga lista.

Para no perder la forma ni la sonrisa no tardamos en hacer planes y preparar nuestra propia salida. El lugar elegido: Bohinjsko Jezero (lago Bohinj), encuadrado en el Parque Nacional del Triglav, al noroeste de Eslovenia. En esta ocasión contactamos con unos amigos, Javi y Maby, que desde este día se han convertido en nuestros compañeros de aventuras.

9:15 AM, nos encontramos en la estación de tren de Ljubljana, para coger el transporte que nos llevará a Bohinjska Bistrica, pueblo cercano al lago (6 Euros/persona). Sin embargo no esperamos el transbordo que tenemos que hacer de un tren a otro, previo paso por un autobús. El parón nos sirve para conseguir unos mapas en la oficina de turismo, que a la postre serán muy útiles. Desde Bohinjska Bistrica  nos espera una ruta hasta el lago de unos 8 Km. En un primer momento tanteamos la idea de hacer autostop, pero ni la insistencia es muy alta, ni parece que a nadie le agrade la idea de meter a 4 personas en su coche. Sin titubear lo más mínimo cogemos la ruta con ganas, disfrutando del paisaje y del ejercicio. Pasamos por varios pueblos, atareados en su preparación para el invierno, las leñeras continúan llenándose y cualquier lugar es bueno para almacenar el combustible que posteriormente mantendrá el hogar caliente. La gente saluda al cruzarse, algo que me lleva en un viaje relámpago a mi Garbayuela natal. Avanzamos y pasamos varios pueblos enlazados como hermanos siameses. 
Aprovechamos los recursos que la naturaleza nos da en forma de frutos, unas manzanas deliciosas y unas castañas… bueno las castañas mejor que no las probéis, porque no veas lo que amargan!!!! Casi sin darnos cuenta estamos en Ribčev Laz, pueblo pegado al lago.

Cuando llegamos el grito “ya estamos aquí!!!" suena en español. El sitio es idílico, el lago cristalino y las montañas majestuosas. Un primer vistazo general y a proponer plan. El de Javi sin duda es el mejor y conquista pronto a todo el grupo, alquilar unas bicis de montaña y rodear el lago. Nos acercamos a la tienda de alquiler más próxima y preguntamos precio, que restándole el descuento que el granadino es capaz de sacarnos, se nos queda en 3,60 Euros/hora, aceptable. Reponemos fuerzas con unos bocatas y a por nuestra ruta. 
Comenzamos muy suave, intentando saborear cada pedalada. La gama cromática que se presenta ante nuestros ojos es inmensa. El rojo y el verde prevalecen, pero diluyéndose y concentrándose a su antojo. Hoy he descubierto que me gusta el otoño. 

La ruta discurre por un camino pegado a la orilla del rio, muy fácil de encontrar. En sí la ruta comienza como nosotros, suave, pero va complicándose por momentos, lo que hace que las sensaciones se magnifiquen. La sonrisa de la cara, lejos de desvanecerse, aumenta y permanecerá grapada durante el resto del día. La ruta se complica por momentos, las raíces de pinos y demás arboles se empeñan en que tengamos exigirnos al máximos para sobrepasarlas. Cuando llevamos una hora de camino estamos en la parte opuesta del lago, junto a un camping.  
 Desde allí cogemos un camino peatonal justo al lado de la carretera, las condiciones mejoran y la velocidad aumenta. Hasta llegar a una roca que me llama la atención, casi podría decir que me da un grito para que me detenga a contemplarla, un rápido vistazo confirma mis sospechas, ES UNA ZONA DE ESCALADAAAAA!!! 
Un monolito gigantesco que se levanta de la nada. La dificultad discurre entre 6º y 8º grado. Un primer palpo denota que es una zona muy transitada. Dios, que ganas tengo de escalar!!!!!!!. Nos despedimos de nuestra nueva amiga con un “hasta pronto” y continuamos hasta la tienda de alquiler. Al pedir la receta la chica nos hace un nuevo regalo, nos cobra una sola hora, a pesar de haber disfrutado durante dos de nuestra ruta. La vuelta la hacemos en autobus, que sale desde el mismo lago (8,30 Euros/persona).
Por todo esto y por más cosas que solo se pueden sentir en este país nuestro primer viaje se cataloga como un éxito rotundo.
Espero que continuéis disfrutando junto a mí de estas experiencias…

miércoles, 13 de octubre de 2010

El bar de Rožna dolina


Hay momentos en que la vida quiere que aprendas lecciones de la mejor manera posible, con tanta fuerza que se queden grabadas, como decía la canción, “entre el hueso y la piel”. Hoy ha sido uno de esos días. Días que puedes tomártelos de dos maneras, como casi todo. Por la parte mala, en la que consigue bloquearte casi totalmente y solo eres capaz de ver la cruz. O por la parte buena, en la que incluso sales reforzado, mirando al miedo, al futuro incierto a los ojos y lanzándole una sonrisa. Esas experiencias son las que se buscan cuando eres Erasmus, al menos tal y como yo lo veo, aunque escribo esto sentado en la mesa alta de un bar de la zona sin tener aún un lugar donde vivir, que en este momento pienso que es uno de los peores miedos que tenemos las personas, al menos las de nuestra generación, acostumbradas a la comodidad, a la estabilidad, a disponer de todo en todo momento, hasta el punto de despreciar una infinidad de cosas, entre ellas a otras personas.

En estos momentos me invade una sensación de incertidumbre, de no saber qué hacer, qué pensar, qué sentir. Cuando vives en un país desconocido, a muchos kilómetros de tus seres queridos esta sensación se intensifica al máximo, se cuela dentro, recorre todo tu cuerpo en forma de escalofrío, como un baño en agua helada.
Una llamada de teléfono consigue pausar el trance. Es Isi, ya están de vuelta, voy a encontrarme con ellos y paseando por las oscuras calles de Rožna dolina la confianza vuelve a brotar, hasta el punto de no tener la menor duda de que con su ayuda todo saldrá bien, o almenos es en eso en lo que quiero concentrarme, porque el pesismismo, en momentos como este, no es la herramienta más recomendable.

Les ha costado dos días encontrar una habitación en la que pueda quedarme a vivir, y digo “les” porque han sido ellos los que, después de interminables visitas a páginas web, pocas horas de sueño y una larga lista de llamadas,  han conseguido que la sonrisa vuelva a mi cara. Dejan y Katarina, no solo me han acogido en su casa, bueno mejor dicho en su misma habitación, el tiempo que ha sido necesario, si no que han logrado que me encuentre un poco más cerca de mi familia, de mi nueva familia, y eso es algo que nunca olvidaré. Por esto y por mucho más, GRACIAS !!!

Instantes después de colgar el teléfono nos calzamos las botas para hacerle frente a la incesante lluvia que lleva todo el día limpiando las calles de nuestra nueva ciudad. Al llegar al número 4 de Jelovškova ulica nos recibe Simona, mi nueva casera. La casita está en medio de un barrio de la zona sur de Ljubljana, Trnovo. Lugar apacible y tranquilo, a unos 20 minutos del centro yendo a pata (por mucho que mi compañero italiano, matía diga que lo hace en 10) aunque eso ya lo discutiremos otro día. Mi nuevo hogar es una casa de dos pisos independientes, en el de arriba vive Simona y su familia y en el de abajo se cocina sopa eslovena, pasta italiana, tortilla de patatas y algún plato típico de Camerún (sé lo que estás pensando Jerin, que esa frase ya la usé contigo, pero es que me gusta como queda…). La casa está dividida en tres habitaciones, una cocina incrustada en el pasillo, y un cuarto de baño. Sí, sé lo que estáis pensando, “¿¿¿pero donde está la tele y el sofá de la siesta???” pues no hay, en esta casa, y en otras muchas de las que yo he visitado no existe el salón. Por el momento es la diferencia más grande que he encontrado con respecto a nuestra cultura, bueno esa y que los eslovenos piensan muy bien como tienen que hacer las cosas para sacarles el máximo rendimiento. Todo tiene un significado, un sentido, un fin. La casa, la bienvenida y sobretodo el ambiente logran conquistarme y estampo mi rubrica sin pensarlo dos veces. Desde este preciso momento tengo un nuevo hogar.

domingo, 10 de octubre de 2010

El comienzo


Aquí estoy, son las 0:30 de la noche previa al gran viaje. No es fácil contener la emoción, de hecho no es posible, nunca lo ha sido, en los instantes previos a algo de estas características no puedes relajarte de tal manera como para conseguir conciliar el sueño. El puñado de mariposas revoloteando en todo tu cuerpo es demasiado intenso y lleva todo el día ahí (sí, lo sé, esto quizás sea un poco cursi) pero todo aquel que lleve en la sangre el gen del viajero sabe de lo que le estoy hablando. Esa mezcla de emoción, ansiedad, incertidumbre y por qué no decirlo, miedo, te envuelve por completo hasta el punto de adueñarse de ti.
     Intento calmar a la fiera con algo de música, algo nuevo gentileza de mi amigo y hermano jerin, Sidecars. La mezcla de rock divertido y fresco y letras canallas no son la mejor medicina para dormir, pero llevo tiempo queriendo escucharlo.
                La noche pasa y a las 7 arriba. La energía vuelve súbitamente, aunque intento calmarla y centrarme en lo que tengo entre manos, cepillo de dientes, cargador y un par de bocatas obsequio de mi tía Juani (como quiero a esa mujer!!!). Con todo listo última vuelta de reconocimiento, mientras Jerin va a por el coche y pa´abajo.
                Después de un callejeo eterno por El Prat en busca de un cajero, llegamos al aeropuerto con la hora pegada al ojal (pa´no variar). Despedida con fuerza y acto seguido la primera colleja novatil, de esas muchas que me esperan, aunque trabajaré para que esto no ocurra. Solo puedo facturar una de las dos maletas que llevo. Dejo que la inseguridad me invada durante 5 segundos y después decido que maleta va a acompañarme en mi aventura. El préstamo de mi prima Moni es la afortunada, en ella llevo lo necesario (o eso creo) aunque echaré en falta mis Chiruca y mis pantalones de escalada y mi arnés… eso en un primer recuento mental, luego seguro que serán más. Vuelta de Jerin a por la maleta “sobrante” y despedida cortada por los nervios y las prisas.
Puerto de Venecia.
                Una vez me encuentro con mi compañera de aventuras, Isi, la cosa se tranquiliza. Montamos en el avión y nos preparamos para el comienzo del viaje.
   Al llegar a Venecia la bienvenida no es tan romántica como esperábamos, para tratarse de una de las ciudades más bellas del mundo. Se nos muestra gris, con una lluvia persistente, pero esto no logra quitarle su encanto. Nos disponemos a pasar el día paseando por sus calles, empapándonos no solo de la lluvia, también de su encanto, de su arte, de su ambiente y de su magia.


                De Venecia me impresionan sus calles aguzadas y alargadas como una punta de alfiler, en las que es fácil quedarse suspendido en el aire. Callejeamos sin un rumbo fijo, como más me gusta, aunque anhelo más tiempo para poder disfrutar de esta ciudad como se merece. Cuando llegamos al puerto la estampa cambia, al igual que la mueca de nuestras caras. Lo mínimo se vuelve amplio, exagerado casi casi intimidante. La marabunta de gente aumenta, estamos en el muelle y en la Plaza de San Marcos, o al menos eso es lo que pensamos. Pero el nombre es lo de menos, la impresión es tan grande y el lugar es tan generoso a la vista que el nombre es lo de menos.
 
La esencia de Venecia
 Agotados de patear todas esas calles llenas de encanto llegamos a la estación de tren que nos llevará a Nova Gorica, el pueblo, ya con acento esloveno en el que nos recoge Dejan, amigo de Isi y nuestro acogedor anfitrión.

     Cuando llegamos ya nos están esperando, tan atentos, como posteriormente nos harán saber que es su forma de tratar a los viajeros.

     Al llegar a Velike Žablje, y después de dar unas cuantas de vueltas por Nova Gorica, llegamos a la casa de Dejan, donde su madre Sonia y su perra Buca, nos están esperando son la mesa puesta. La sopa sienta especialmente bien, y el queso a la plancha repone un poco nuestras fuerzas. Ahora a dormir que mañana tenemos que conocer nuestra nuevo país.

Sin duda la amabilidad y la atención de Dejan y su madre nos tranquiliza y nos posibilita un sueño profundo y recuperador.
                                  Esto no ha hecho más que comenzar...