viernes, 30 de diciembre de 2011

Almanzor: "Buscando nuestra autonomía"

La mañana se presenta excitante, aunque quizás debería decir la tarde, ya que nuestros quehaceres cotidianos no nos permiten salir antes de las 12 (y terminarán siendo las 13 H) salimos para Plasencia con la mochila cargada de ilusiones y, como luego sufriríamos en nuestras carnes, de un montón de cosas “inútiles” que no son necesarias en una aventura como esta. La pateada será larga y cada gramo se nos arrimará a las costillas. Llegamos al punto de reunión con Mario casi una hora más tarde. Aprovechamos la parada para pillar las últimas provisiones y emprendemos nuestro camino. Recogemos el material que amablemente nos presta nuestro técnico y amigo Benja y tras los últimos consejos salimos enfilados hacia la plataforma de Gredos. A nuestra llegada, aproximadamente las 5 de la tarde, nos ponemos manos a la obra a preparar y reorganizar nuestras mochilas. La excitación se amplia y no nos podemos quitar la sonrisa de la boca mientras cargamos nuestros macutos hasta “las orejas”. Nuestra expedición no está al completo, debido a que Celia, que tuvo una serie de problemas, en un día para olvidar, no ha podido unirse a nosotros. Sin duda la echaremos de menos y yo, que la conozco personalmente me acordare mucho de ella, según vamos avanzando en nuestro camino.
Comenzamos la marcha, empezamos a ver montañas, preciosas montañas... pronto entró la noche, y la nieve, con ellas, la duda de si ponernos crampones o no... Sólo nos encontrábamos trozos mixtos, por lo que decidimos quitárnoslos... y ponérnoslos, y quitárnoslos… La travesía nocturna hasta el refugio es una de las cosas más bellas que he hecho en mi vida. Gredos es un lugar mágico, y por la noche esa magia consigue envolverte por completo. Es imposible no dejar de mirar hacia el suelo helado y disfrutar del baile que las estrellas tienen por encima de nuestras cabezas. Avanzamos con sigilo, no queriendo estropear el ambiente somero que nos rodea. Tras un par de "perdidas" llegamos al refugio Elola, donde nos esperaba la cena, dos chicos de Madrid, y un cielo cubierto de estrellas...
Picos como “El Morezón”,al que tendremos el gusto de conocer posteriormente, se levantan cual centinelas por encima nuestra, vigilándonos, pero también protegiéndonos, vestidos con su ropaje blanco. Tras abrigarnos con la manta "Rua vieja", decidimos descansar, para el día siguiente rendir.
 No madrugamos mucho, son las 8 cuando amanecemos, tenemos mucho día, o eso creemos...las 10, salimos hacia cumbre, despacito, viendo autodetenciones para Janker y César, tranquilamente, subimos asegurando un par de tramos. Esto nos permite empezar a trabajar los anclajes y el manejo de cuerdas. Desde aquí ya podemos ver perfectamente nuestro desafío, esa mole de roca que es el Almanzor en su parte final. Lo deseamos a la vez q lo respetamos. 

En ese punto, Janker y César se paran, no quieren ni deben continuar, no están seguros y sus "botas" no son las adecuadas... nos encordamos y salimos rápido, muy rápido, en nada estábamos en la portilla del crampón. 
 Afrontamos la parte final de la ascensión. Es en ese punto donde cometemos nuestro gran error. En una bifurcación elegimos el camino más difícil, un diedro que sale por la derecha, es terreno mixto de nieve, hielo y roca, lo vemos complicado, pero pensamos “no nos hemos vestido así para nada” y decidimos intentarlo hasta que podamos progresar, siempre analizando la situación y haciendo las cosas con seguridad. 
Es Mario el que se arma de valor y acomete el primer largo, con un paso intermedio bastante complicado ya que hay que superar un paso de roca que tiene la parte final muy suelta. Protegiendo los pasos con un par de fisureros, consigue alzarse hasta el punto donde montará una reunión muy segura, lazando una roca con un par de cintas. Yo me apresuro a llegar hasta él, con el material en la mochila y pienso “como coño ha subido este tío por aquí” desde abajo todo se ve más fácil… nos pasamos el material y ahora me toca a mi darle de primero. El tramo más comprometido es sin duda la primera secuencia de movimientos, una travesía a derecha por una placa de roca. 
Un buen agarre invertido de izquierda, un paso largo y un “mini lance” hasta un agarre muy bueno son las maniobras requeridas. Al pasar esto me apresuro a proteger el largo con un buen fisurero. No he podido hacerlo en el paso complicado, ya que era imposible con el material que teníamos, pero al estar la reunión tan cerca confío y tiro pa´lante. Monto la reunión y cuando Mario llega hasta mi punto analizamos y decidimos. Y la decisión es continuar, pero hacia abajo, por encima de nosotros se alza una pared completamente de roca (con gatos y empotradores? Es posible… pero con el material que llegamos es imposible). Por ello, ni cortos ni perezosos comenzamos nuestro descenso. Ahora el problema es cómo descender, cómo montamos un anclaje seguro para poder rapelar por él con garantías. Tras varias valorar algunas opciones y comprobar que otras no son viables, asciendo por la cuerda ayudado por un nudo autoblocante y un asegurador (reverso) , que me permiten progresar hasta la reunión y montar un puente roca con un cordino de 7 mm, que me permite descender  rapelando hasta el punto donde recuperaremos la cuerda. Pensando que lo peor ha pasado tiro del extremo de la cuerda y esta no corre, vuelvo a intentarlo, no queremos que las alarmas se disparen, queremos mantener la tranquilidad que nos ha acompañado durante todas las maniobras que hemos realizado. Recoloco y la cuerda empieza a bajar, la sonrisa es mantenida, pues aun no tenemos toda la cuerda en nuestras manos, sutilmente, casi acariciándola, voy tirando de ella mientras se desliza por la reunión improvisada. Cuando el extremo toca la nieve la felicidad se dispara, hemos conseguido meternos en un buen marrón y salir de él de una manera segura, manteniendo la compostura y la tranquilidad en todo momento.
Al echar un buen vistazo nos damos cuenta que las huellas que seguimos hasta el diedro tienen camino de vuelta, por lo que creemos que los portugueses que tiraron delante nuestra también se equivocaron, pero supieron retroceder a tiempo.
Descendemos con cuidado, no queremos que un percance de última hora manche nuestra aventura, estamos cansados y esto hace que no tengas la misma agilidad y firmeza que antes.
Paso a paso, patada a patada (aquí nos damos cuenta de lo importante que es tener un material de calidad) llegamos al punto desde el que nos esperan nuestros compañeros, una larga espera, que han aguantado al tener uno de nuestros frontales y no querer dejarnos en el monte con uno de nosotros sin luz. Sin duda se lo agradecemos y se lo agradezco desde aquí, se portaron como verdaderos compañeros y amigos.
Ya solo nos queda recoger, empaquetar lo antes posible y salir, estamos despidiéndonos del refugio, el que por un día ha sido nuestro hogar. Salimos otra vez sin luz “como nos gustan las rutas nocturnas”. Esta vez decidimos seguir en todo momento las indicaciones del GPS, el primer tramo es algo confuso y no podemos perder mucho tiempo, ya que aun nos queda un largo camino hasta Cáceres.
La llegada hasta el coche es celebrada por todos, ahora nos estamos acordando de todas las cosas que estamos paseando de un lugar a otro.
Paramos en Hoyos del espino, como es tradición después de una aventura en la montaña, para tomar nuestra merecida cervecita y recordar algunos de los momentos vividos.
Nuestras sensaciones son plenas, no hemos conseguido cima, pero sí nuestro objetivo: seguir progresando en este mundo maravilloso que se abre delante nuestro. Vamos cogiendo experiencia, bagaje y seguridad. Nos hemos demostrado a nosotros mismos que  podemos movernos por  este tipo de lugares, aunque por supuesto tenemos que aprender de los errores cometidos hoy. En nuestra mente una idea: “es posible que no hubiésemos aprendido tanto si llegamos hasta arriba sin problemas”, y la cima??? Llegará, el Almanzor no se va a mover de allí, y nosotros ya estamos deseando volver…

Publicado por : Mario
y Juanmi.

jueves, 19 de mayo de 2011

Storžič: Mi primer trocito de cielo.

“La vida es lo que pasa mientras tú haces otros planes” no sé por qué me viene esto a la cabeza ahora, quizás porque varias ocasiones en este año estoy dando vueltas para ver lo que quiero hacer con mi vida, el camino que está tomando y la dirección que yo quiero que tome, que en algunas ocasiones estas dos formas no se llevan muy bien. El caso es que a lo largo de mi vida nunca he tenido claro estos puntos, siempre he intentado no cerrar puertas, formarme en un abanico de actividades amplio, para luego poder elegir. Hay personas que desde pequeños están muy seguros de lo que quieren ser de mayores, a mí me ha costado 26 años darme cuenta de que hay algo por lo que vale la pena formarse, trabajar y luchar…

7:00 am, es la hora, de nada vale hacerse el remolón, tampoco las 2 horas de sueño que tan solo fui capaz de recoger ayer. Es el momento de ponerse en marcha, de pegar un salto de la cama,  preparar cachiperres y deshacerse de legañas y gayumbos de dormir. It´s activ’s time !!!

Con la mochila ya empaquetada, solo me queda  preparar algo de comida y un cafelito para cuando lleguemos al pueblo en cuestión, tržič. Como chicos previsores, y sobre todo porque sabemos cómo nos las gastamos, hemos dejado una hora de sobra para llegar a lugar, ya que el camino lo haremos por carreteras segundarias, no es cuestión de pagar los 30 eurazos por la “vnijeta” esa tarjetita que te permite utilizar todas la autovías de Slovenija. Mejor así, gracias a esto estamos descubriendo nuevos lugares de nuestro querido país, de esos escondidos que no salen en los mapas…
Lo dicho, después de “el desayuno de los campeones” que, en más de una ocasión me ha preparado Luka,  my roommate, (huevos con atún) pura energía, nos montamos en nuestra querida furgo y salimos disparados a nuestra próxima actividad con la fakulteta.

Por supuesto, y para no romper tradiciones, no tenemos la más pajolera idea de qué se trata la actividad. Nos ceñimos a las indicaciones del material necesario que nuestros profesores nos enviaron por mail. Por supuesto contando con un material adicional, que pensamos puede sernos útil en cualquier actividad, cordino y un par de mosquetones, ropa de sobra, material de escalada, y por supuesto el botiquín, incluido en todas mis visitas a la montaña.

Llegamos a Tržič, casi sin darnos cuenta, todo en el tiempo previsto, buscamos un buen parking y disfrutamos de nuestro cafelito a la oriya del rio.
Van pasando coches con caras conocidas, la hora se acerca y la emoción aumenta. 

Cuando ya estamos listos nos desplazamos hasta el lugar en el que dejaremos los vehículos todo el fin de semana. Es allí donde uno de nuestros compañeros nos informa del plan de ruta, he incluso podemos verlo con nuestros propios ojos. En esta ocasión el reto es subir a Storžič, una mole de roca que se alza por encima de nuestras cabezas y que se funde en una imagen bella y amenazadora  de roca y vegetación. 

Nada más oir las palabras de mi compañero mi corazón se acelera, no soy capaz de quitar los ojos de esa punta de lanza gris, es algo que llevo deseando desde hace algún tiempo, poder enfrentarme a una montaña de esas características, poder aprender y disfrutar de ella.
The challenge.

Sin más y después de que dos de nuestros compañeros tengan que volver obligadamente a casa, por no traer la documentación de la ruta preparada ( ahí nosotros somos palomita blanca), nos ponemos en marcha.
La aproximación hasta "Lom pod Storžičem", el refugio de montaña, se convierte en el calentamiento perfecto, una forma de activación física y neuronal que nos deja listos para entrarle a nuestra aventura. Dejamos lo no-necesario y nos ponemos en marcha. Aquí, como en las anteriores salidas con la faculteta za šport, no hay tregua ni medias tintas, si no estás dispuesto a dar lo máximo desde el principio, mejor que te quedes en casa. 

En un principio el terreno no es demasiado abrupto, la red de senderos de la “transversal Slovena” está en perfecto estado, todo bien señalizado y preparado para poder disfrutar de la ruta.

Katja: classmate, translater y desde ahora, amiga.
Poco a poco vamos subiendo y es entonces cuando una de nuestras compañeras se nos hacerca y nos saluda en español. Ya ni siquiera nos sorprende, tienen una gran capacidad de aprendizaje y cariño por lo español, por lo que desde ese momento se ofrece sin concesión a hacernos de intérprete en los momentos que necesitemos información, ya que todo va en esloveno por aquí.  

La primera parada contundente la hacemos a 1325 mts, al pie de lo que parece ser un refugio de montaña de reducidas dimensiones, (aunque a la bajada nos damos cuenta de que es un bar, dando buena cuenta de él). Lo que no es para nada reducido es el paisaje que nos rodea, atrás dejamos el bosque cerrado para ampliar nuestra mente hasta casi la inmensidad. 









 Continuamos desgastando las nuevas zapas de montaña que trinqué en sport 2000 a un precio inmejorable. Otra vez la ruta se torna más oscura, nos deslizamos entre desfiladeros de tierra y follaje, hay que andar con un ojo en el camino y otro, por supuesto, en el paisaje. La marcha es larga, aquí nadie se duerme, el ritmo se mantiene en un punto optimo, permitiéndonos saciar nuestro apetito fotográfico con algunas instantáneas. 











Como un jamón extremeño que se precie (no digo bueno, porque todos lo son), la montaña va dejándonos entrever vetas de  pedrizas, retomando la mezcla gris y verde que se apreciaba desde el punto de partida. El aumento de la intensidad, la emoción y el peligro, es directamente proporcional. Después del rodeo previo que hemos efectuado, afrontamos Storžič por su cara sur. 




Cada paso cuesta un poquito más y lo saboreo como si fuera el último, la charla se ha acabado, bien por la intensidad de lo que tenemos entre mano, o porque cada uno quiere saborearlo dentro de sí mismo, hasta hacer una imagen perfecta e imborrable.




Al lado de uno de los varios neveros que nos encontramos, establecemos una parada para reponer algo de fuerzas. Desde luego los profesores saben cómo elegir un punto para detenerse. Una simple mirada hacia el horizonte te recarga las energías, más incluso que las barritas de las que todos echamos mano. hasta se nos une a la fiesta un invitado inesperado. 



Quedaran unos 250 mts, pero la cumbre aún no se visualiza, también porque nuestra montaña se ha enfundado, hace ya algunos minutos, en un fular gris, que no deja más que intuir donde se encuentra su punto máximo.  Pero esto no nos importa, al menos a mí, estoy disfrutando de cada paso que doy, de cada foto que hago y de cada conversación que, entrecortada,  mantengo con mis compañeros. Si el viaje terminara en esta mismo punto,ya habría valido la pena.

Dándolo todo...
En el segundo de los neveros situamos lo que sería, a pequeña escala, nuestro campo 3, en el que algunos de nuestro compañero deciden desistir en su empeño,  y tornar el camino a casa. Alegan cansancio, aunque sus caras y sus cuerpos los delatan y dejan entrever su pasotismo por la actividad. Tan solo una de las chicas ha dado todo lo que tenía,  lleva bastante tiempo muy retrasada, ampliando la distancia entre ella y el resto del grupo por momentos. Para mí ha sido la que, sin duda, ha merecido un digno descanso y reconocimiento. Más aún cuando, al día siguiente, me adelanta que tiene intenciones de subirla nuevamente, en otra ocasión, esta vez hasta la cima.

Afrontamos los últimos 100 mts con la ilusión de un niño el día de Reyes, quizás no tanto por lo que nos vamos a encontrar, sino más bien por la satisfacción de la lucha y del trabajo bien hecho. 

A tan solo 10 pasos de la cima ya no puedo disimularlo, la sonrisa se me dispara, los ojos se abren y la piel se eriza. Un cosquilleo me recorre el cuerpo, por fín, lo he conseguido, estoy en la cima. 

Una cuz se alza imponente en el centro de la pequeña explanada, bien secundada por banderas con oraciones, similares a las que,  hace un par de años, me regaló mi amigo Juanjo, provenientes de uno de sus viajes por esos mundos verticales. 

Burnik, mi profesor, percibe ese sentimiento especial que me recorre, y se acerca sonriente a ofrecerme la mano con un “congratulations!”, la altitud de la montaña y la curiosidad de si es mi cima más alta en Slovenija. La realidad es que sí, y le estrecho con el convencimiento y la esperanza de que no sea la última. 

Desde los 2132 mts de Storžič hay una vista ilusionante, hacia un horizonte plagado de esfuerzo, desnivel y piedras en el camino. Un universo desconocido hasta hace muy poco, pero que estaba ahí, esperándome, dispuesto a elegir el momento adecuado para aparecer, sabiendo que desde ese momento, no se alejará jamás… Ahora solo queda lo más duro y bonito a la vez, hacerlo realidad.

Ajde !

viernes, 8 de abril de 2011

España-Slovenija: hacia el interior de mí mismo.

    •  Primer y "segon" día: Los cuentos de Calleja.

“Los viajes no se planean, se hacen” esta es la idea que me sobrevuela justa antes de que el telón se alce. Y es que el mejor momento para hacer algo nunca llega. El estado de “bienestar” y comodidad que nos hemos empeñado en autoinculcarnos necesita de toda nuestra atención y tiempo para conseguirlo y mantenerlo, no queda tiempo para cosas tan insignificantes como vivir. Pasamos nuestra  vida diseñándola, planeándola y nos olvidamos de experimentarla, de sentirla, en definitiva de vivirla. Es por eso que ansío este viaje, aunque no sea la forma más práctica, cómoda ni, por supuesto, barata de viajar, aunque mucha gente no lo entienda, para mí no es solo trasladarme al país que este año me ha acogido, es mucho mas, es una forma de conocerme a mí mismo.
Son las 2:00 am. Y fiel a mi tradición de no poder dormir el día antes de una actividad importante y cansado de contar ovejitas,  cabras y ratones coloraos y de ojear alguna peli en el ordenata, mi menta ya le lleva muchos kilómetros de ventaja mi cuerpo, paseándose por lugares inventados de España, France e Italia. Aunque es uno el que recibe más visitas, el más cercano, conocido y deseado, que a la postre será nuestra primera parada, Montserrat.
Esta montaña catalana cercana a Martorell ya me sedujo años atrás, mucho antes que me picase el bichito de la escalada, imaginaos el poder de atracción que tiene para lagartijillas de medio pelo como yo… y así, volando por sus cumbre, trepando por sus paredes, consigo rascar unas 2 horas de sueño, vamos, en la media.
El día amanece radiante, con cierto fresquito matinal que activa tus receptores. Los preparativos están hechos, algo de ropa, el material de escalada y un regalo en forma de bolsa gigante de comida de mi madre, que haría yo sin ella… !!!
Los momentos previos a la llegada de Isi son los peores, no puedes dejar de moverte y tienes que pensar las cosas al menos 3 veces para conseguir hacerlas. Por fín mi incansable compañera de aventuras asoma el morro azul metalizado de su furgo entre los muros del parque de enfrente de mi casa. Mi abuelo, por supuesto es el primero en divisarla, pues lleva cosa de tres cuartos de hora erguido en la puerta, cual centinela, este también en su línea…

Un rápido vistazo al auto, lo cargamos y nos cargamos con un café y “AJDE !”, no hay tiempo  que perder, el camino, la montaña y … la vida, nos espera.
Elegimos la ruta económica, que nos lleva por Ciudad Real, Madrid, Zaragoza y la citada Barcelona.
Los casi 900 primeros kms pasan pronto, casi sin enterarnos, quizás no en el reloj digital, pero sí en el biológico.

A las 11:00 pm divisamos por primera vez Monserrat, no de forma literal, pues la noche solo deja insinuar su figura, pero sabemos que está ahí, la sentimos y agradecemos que nos acoja.
Elegimos una pequeña explanada para establecernos, vistazo a la izquierda: el valle de Monserrat, vistazo a la derecha: la que recientemente un amigo definió como “la cuna de la escalada en España”. Perfecto!
Cena made in Pili y a descansar que mañana será un día intenso.
La montaña más bella que he conocido hasta ahora se despierta con unas sabanas, en forma de niebla, pegadas, se hace la remolona, y ruborizada no quiere mostrarse. Le cuesta un rato, pero al final deja verse en todo su esplendor.
Desde mi ojo, Monserrat es el intento de la tierra por tocar el cielo con sus manos. Sus picos se alzan en forma de dedos, firmes y redondeados hacia el techo azulado.
Recorriendo sus dedos con la mirada los mios empiezan a sentir ese hormigueo característico, deseando poder acariciarla cuanto antes.
Aunque el tiempo no está muy por la labor y nos deja entrever que no va a ser fácil escalar hoy, la lluvia entra en escena casi de puntillas, pero con esto es suficiente para humedecer la roca y dejarnos con el caramelo en la boca.
Decidimos cargar nuestras mochilas de entusiasmo y plantarle cara al día, si no podemos escalar, al menos no va a ser por no intentarlo hasta el final.
Nos dirigimos hasta el monasterio, con la boca abierta por la generosa cuesta y las magnificas vistas. Mi primera impresión y la que aún prevalece dentro de mi cuando veo el monasterio es: “pero qué han hecho aquí????”  en tan solo una curva, alguna mente privilegiada ha pensado en montar una ciudad turística en la misma montaña. Tiendas de regalos caza-turistas, bares, la “cremallera” el funicular y no sé cuantas cosas más se agrupan en torno a las miles de cámaras fotográficas que brotan de cualquier lado… Y mientras, la montaña aguanta el tipo lo mejor que puede, mostrándose de la mejor forma que puede, o que la dejan… un espectáculo dantesco.
Tras visualizar algunos mapas y pedir consejo a la pequeña oficina de turismo ( sí lo sé, después del anterior comentario ahora voy y me aprovecho de lo que antes critico…) pues sí, porque bien mirado, el que vaya yo, o no, a hacer uso de las instalaciones no va ha hacer que éstas desaparezcan (si fuese así no lo dudaría un instante). La chica, muy amable, nos muestra cómo podemos llegar al pueblo que lleva el nombre de la zona de escalada que tenemos en mente y en papel, otra cosa será darnos el mapa, “la pela es la pela”.
Decidimos ir al coche y dirigirnos a nuestro destino, si bien la vela de escalar hoy cada vez está más débil, o mejor dicho más húmeda, fiel a nosotros mismos nos agarramos a un clavo ardiendo y hasta el final lo vamos a intentar.
Después de pasearnos hacia un lado y otro, conseguimos dar con el pueblo, Collbató. La lluvia nos ha abandonado varias curvas atrás, por lo que la ilusión vuelve de nuevo.
Ahora solo tenemos que encontrar la zona que tenemos en el papel, fácil! Como esto no es grande! Sin embargo, simplemente nos acercamos a la montaña por el sitio que nos va dejando, es como un canto de sirena al que no nos podemos resistir.
Ver la primera chapa brillando en la pared es como encontrar una pequeña pepita de oro, sabes que si  sigues buscando cerca vas a encontrar más, dicho y hecho.
Pero tenemos la suerte de encontrar no solo unas cuantas pepitas, sino un filón, en forma de un matrimonio de la zona escalando en una pared muy cercana. Nos aproximamos y les pedimos referencias, ellos muy amables nos ayudan en todo lo que pueden y nos ofrecen escalar a su lado. GENIAL!!!!! Después de la pateada, la lluvia y el tiempo perdido obtendremos la recompensa de poder hacer alguna vía, o al menos intentarlo. No, si al final van a tener razón los “cuentos de Calleja” y la moraleja se cumple…
Mi compi, que lee en mis ojos las ansias por calzarme los gatos, me cede amablemente el honor de ser el primero en subir, “gran escaladora, mejor persona!!” Gremo!!!
La primera impresión no puede ser más satisfactoria, se trata de conglomerado, por lo que la adherencia es máxima, en cualquier cosita te quedas colgado, así que la confianza sube a la par que mis pies. Al llegar a la reunión la sensación es exultante, las vistas?  Solo describibles en una foto, la imagen se quedará para siempre dentro de mí.


El ritmo es bueno y en poquito tiempo nos alzamos a dos reuniones mas, para nosotros es más que suficiente, después de haber tenido tan negra la posibilidad de probar la roca catalana, 3 vías son un regalo.
Encarrilamos el camino de vuelta echando un último vistazo por el rabillo del ojo y con un guiño pensamos: “volveré”.
Con esto quemamos las dos jornadas previstas en suelo español, la sonrisa ya no nos la quita nadie y el hecho de poder ver ahora a parte de mi familia solo hace que agrandarla. Ahora a descansar que la aventura no ha hecho más que comenzar… 












 


martes, 1 de febrero de 2011

POKJUKA : "La dama blanca"


      Ante una salida con un grupo de personas grande y que está prefabricada, las sensaciones son contradictorias, por un lado estás deseando que comience, conocer a gente nueva, hacer actividades distintas, visitar otros lugares. Sin embargo siempre tienes esa sensación de no-control que no desaparece. Sabes que no depende de ti, de tus intereses, de tus inquietudes, todos no van buscando lo mismo que tú, por lo que la actividad no discurre según te gustaría... Esta es la historia de una de esas salidas.

Todo comienza el 20 de Enero de este recién estrenado año. Después de unas vacaciones en España (que comenzaron de la mejor manera, con una bolsa de Lays vinagreta), con la familia y amigos, con muchas historias para contar (y otras que no se deben), pero sobre todo con las pilas muy cargadas por todos esos gestos de cariño que me han hecho llegar, MUCHAS GRACIAS A TODOS! ME HICISTEIS SENTIR MUY QUERIDO! 

Pues con todo eso y con una felicitación pendiente, que finalmente se quedó en el Limbo (FELIZ CUMPLEAÑOS FRAN !!!) comienza la actividad de evaluación de Planistvo zimski del, o lo que viene siendo Montañismo de invierno. 

 Prvi dan
Esa mañana vamos a la facultad prontito, no queremos hacer esperar a nuestros profesores,  Blaž y Maja, que una vez más se han ofrecido a llevarnos al lugar de la actividad. Una actividad de la que tenemos muy pocos datos, hasta el punto de llegar a confundirla con otra. Pero esto sin duda la hace más interesante.

El día está nublado y apenas nos deja ver mucho más allá del borde de la carretera, el serpenteo de la carretera denota que estamos aumentando la altitud de forma contante.la dirección: N.O del pais.

Al llegar al Hotel center de Pokljuka y asignarnos nuestra habitación, nos quedamos algo sorprendidos por los detalles bien cuidados y el lujo, que no esperábamos para nada en esta ocasión. Nos acomodamos y salimos pronto a la calle a inspeccionar los alrededores. 

El sitio en cuestión es un complejo deportivo para la práctica del esquí de fondo y el biathlon nórdico. Justo detrás del hotel se sitúa la zona de tiro para los campeonatos nacionales e internacionales de esta modalidad olímpica. El lugar respira deporte por los cuatro costados.
 
La actividad de esta tarde consta de una práctica con los trineos, cómo colocarle, cómo controlarlos y como descender y no dejarse la crisma en ello… sin duda tiene su encanto.

Charla técnica
El dueño del material nos hace una primera clase teórica a pie de campo, en la que, como ya estamos acostumbrados, no nos enteramos de un carajo. La segunda parte, la práctica, esto ya es otra cosa, y no vemos la hora de lanzarnos por esa pequeña rampa y recoger las primeras impresiones. El tema consiste en pisar con fuerza con el pie contrario al giro que quieres realizar, al tiempo que tiras del ramal y hechas el cuerpo hacia este lado escogido. Vamos, que en cristiano es como montar en burro, cuando quieres ir a la izquierda, tiras del ramal izquierdo y cuando quieres ir a la derecha haces lo propio con el diestro. Lo malo es que esto no se para al tirar con los dos ramales a la vez y gritarle “soooooooo”, más bien se acelera más el muy cabrón!

Pero al cabo de unas cuantas pruebas la cosa no va del todo mal, el cacharro gira, quizás no para el lugar que nosotros queremos, pero gira, y esto es suficiente para querer más y emprender el camino hasta la pista de esquí más cercana y ver “cómo caza la perrilla”.  La subida la hacemos a pie, con nuestro burrito a cuestas (yo juraría que esto era el contrario…) al cabo de un rato ahí estamos, arriba, preparados para lanzarnos pista abajo con un artefacto de madera entre las piernas. 

Al no haber entendido nada de las indicaciones que vuelve a hacernos el monitor, preferimos colocarnos en los últimos lugares, para poder ver a los compañeros.










Al llegar mi turno el corazón bombea con intensidad a ritmo de batería, sin pensarlo me lanzo colocando los pies en el trineo, como nos habían enseñado, eso sí, dejándo casi nula la posibilidad de frenar. Pero por el momento consigo controlarlo, realizo una serie de curvas, no muy cerradas, que no me frenan en exceso, y mi burrito se acelera cada vez más, es ahora cuando le grito  “soooooooooooo” y tiro fuerte del ramal izquierdo,  gran frenada, gran error, gran talegazo…!!! La caída es tan estética como dolorosa, por lo que yo recuerdo salté por encima de mi burro dando una voltereta y caí revoloteando de culo, a todo esto el ramal del trineo se engancha en mi pierna, por lo que no sale disparado hacia abajo, algo que agradezco. Diez segundos para constatar que todo está en su sitio, que no hay ninguna avería mecánica ni biológica, y que mis compañeros no se han percatado de mi “cambio de opiniones” con mi montura (sin duda ha sido un golpe de los que duele más el orgullo que el culo) y continúo con mi bajada.  


En el siguiente descenso, justo en la salida mi profesora me grita “brakes! Brakes!) no sé por qué me da a mí que ha visto mi anterior peripecia. La bajada se produce sin incidentes, al final le estoy pillando el punto, algo que mi trasero agradece.






Preparados para el descenso

Drugi dan.

El viento meciendo las hojas de los árboles y las banderolas de la pista de tiro, que puede verse desde nuestra habitación, presagia que será un día fresquito. No tenemos tormenta, pero la fuerte brisa hace bajar el termómetro sin apenas despeinarse.
Isi y yo somos los más madrugadores. Cuando bajamos a la sala del material el hotel aún duerme, sólo se puede ver a algún empleado preparando, lo que a la postre será nuestro desayuno, mientras deja caer algún bostezo. No queremos sorpresas de última hora, queremos tener todo preparado de antemano, para lo que será una jornada apasionante. Ninguno de los dos ha puesto “piel de foca” a los esquís, por lo que la idea de madrugar creemos que es la adecuada. Posteriormente nos daremos cuenta de que la cosa no es pa´tanto y no tardamos mucho en tenerlo preparado. 

El desayuno es acorde a la actividad a realizar. Nuestro profesores, Blaž y Maja, nos tienen preparada una ruta por la montaña haciendo esquí nórdico, para lo que no sepan lo que es (igual que me ocurría a mí antes de hoy) el esquí nórdico consiste en desplazarse por la montaña, subiendo y bajando con los esquís, sin la ayuda de ningún medio mecánico, tan solo la, anteriormente citada “piel de foca”, que son unos adhesivos que, colocados en los esquís, permiten que éstos se desplacen hacia delante y no hacia atrás, bueno, eso al menos pone en el manual, pero como la montaña no esté por la labor…

Si todo sale según lo previsto coronaremos cima (de nombre irrecordable) desde donde tenemos una panorámica perfecta del Triglav, el techo de Slovenija, con 2864 mts de altura. Pero más allá de eso, descubriremos una disciplina nunca antes probada, y para nosotros es lo más importante.
A las 8:00 Am bajamos a la sala a recoger el material, mientras algún que otro dormilón aún sigue con la preparación de su equipo. Últimos arreglos, con una ayudita de una de nuestras compañeros y estamos listos para aprender !!!

Blaž nos ofrece una clase exprés de cómo se utilizan los esquís, y cómo hemos de movernos para conseguir ascender con el mayor ahorro de energía posible, esto en montaña es algo crucial. Eso sí, todo en el idioma patrio, y mira que le ponemos interés e incluso fruncimos el ceño y entornamos los ojos en gesto de concentración… pero que no hay manera de entenderle. Menos mal  que Maja, muy dispuesta siempre, nos hace de “translator”.

Sin más, y después de subir y bajar unas cuantas veces por la rampa cercana al hotel, nos ponemos en marcha. A los eslovenos no les gusta mucho perder el tiempo, y les entiendo, pues las horas de Sol no abundan.
La ruta comienza sencilla, eso sí, imprimiendo un buen ritmo, es como un toque de atención para los que se les han pegao las sabanas “actívate que lo vas a necesitar”.
Tras cruzar la carretera nos metemos un poco más en faena. Zigzagueamos entre los numerosos abetos de esta Parque Nacional del Triglav.



El frio pronto desparece y una vez adoptado un buen ritmo la expedición se desplaza rauda, pomo una serpiente surcando el bosque, sin prisa pero sin pausa. Llegados a uno de los puntos de registro activamos nuestro sonar, un artilugio que sirve para localizar personas en la nieve, después del paso de una avalancha, la práctica “añadida” de hoy consistirá en eso.
Montando la varilla de búsqueda
Nos colocamos en fila, cada uno con nuestra varita de búsqueda (una barra telescópica de aluminio con la que pinchas en la nieve hasta que sientes “algo”). 





Barremos una zona de la montaña hombro con hombro, avanzando con un paso al grito de “Naprej”. Así hasta encontrar una bolsa que bien parece un botiquín y previamente había escondido hábilmente nuestro profesor.




Encuetro de la bolsa enterrada
   



Una vez terminado colocamos los crampones a nuestros esquís y reemprendemos la marcha. Subimos nuestras fijaciones hasta el nivel 2, esto en cristiano es que “va a ser jodido de cojones”. Poco a poco, paso a paso y zigzagueando más aún, vamos ascendiendo por la pista roja de una pequeña estación de esquí. En un principio la cosa se lleva bien, la nieve es buena y los esquís agarran. Por la cabeza no me pasan muchas cosas, estoy muy concentrado en el siguiente paso, en cómo coloco el cuerpo y sobretodo el esquí, qué parte es la más idónea para realizar el giro y dónde puede haber una placa de hielo, para evitarla, si es posible o clavarla los crampones con todas mis ganas.

   En la parte media de la ascensión la cosa se complica. Ya hemos dejado atrás la pista y nos desplazamos por nieve virgen. Hay numerosos árboles y obstáculos, por lo que ahora la lectura del terreno es más importante si cabe, aunque no todos vamos por el mismo lugar, no todos tenemos las mismas características y buscamos el punto más adecuado para hacer las maniobras. 

   Entre paso, resbalón y giro me da tiempo a mirar hacia arriba y ver la montaña que preside este valle y también la que mañana, si ella nos lo permite, le echaremos un tiento. Aunque la vista hacia abajo no tiene  desperdicio ¡y pensar que estamos subiendo por este sitio! Esa idea hace que me recorra un escalofrió por todo el cuerpo y me da un chute de energía extra (no hay nada como la montaña para eso…)
En nuestra ruta tenemos dos puntos conflictivos, en los que quien más quien menos finalmente casi todos terminamos con nuestras posaderas en la fría nieve. Hay mucha placa de hielo y el aumento en el número de árboles hace que no tengas muchas opciones de ruta. Aquí se hace latente la idea de “cada perro que se…” es el momento de mayor requerimiento físico, hasta el punto de que mi compi Isi y otra compañera no pueden continuar y ellas y nuestra profesora optan por una alternativa. Yo no me doy cuenta de esto, solo pienso en el siguiente paso.

   La parte final se suaviza un poco,  volvemos a coger un ritmo curioso y llegamos a la cima. Allí solo podemos pasar unos breves minutos, ya que nuestra montaña ha querido exhibirse en todo su esplendor y nos azota con fuerte viento. El termómetro se desploma y las gafas se llenan de nieve, proveniente de las montañas vecinas.
   Todo esto puede sonar a fiasco o desilusión, ya que no podemos disfrutar de las fantásticas vistas del Triglav, debido a la niebla y el viento, sin embargo me invade una tremenda felicidad, todo esto acrecentar mi respeto por la montaña y sobretodo mi deseo por seguir ligado a ella.

   Sin demorarnos en exceso nos ponemos manos a la obra con el descenso, que al menos para mí se antoja complicado. Buscamos un sitio al “socaire” para poder desmontar la piel de foca de nuestros esquís y poder bajar hasta el hotel. No es hasta ese momento cuando me doy cuenta de que la situación se antoja, cuanto menos divertida, para un esquiador de medio pelo como este que os habla. Los primeros descensos no dejan lugar a la duda, no veas cómo esquía esta gente!!! Me debato entre la admiración y el recelo, aunque no le vuelvo la cara a la montaña y me lanzo colina abajo como un valiente. La iniciativa me dura unos pocos metros, vamos lo que tardó mi primer descenso seguido, más o menos hasta la primera curva… y aquí: talegazo! y pienso, es algo distinto esto de la nieve virgen… el recorrido transcurre entre un bosque de abetos y matorrales, en el que debes buscar un lugar lo más aclarado posible para poder hacer el giro. No hay manera, los piñazos se prolongan hasta llegar a una pequeña explanada, escogida como punto de control. Es ahí donde mi buen profesor Blaž, con la idea de que pueda llegar de una pieza hasta mi Garbayuela natal, se sitúa delante mía y con un “folow me” me marca el camino a seguir. Es aquí donde pienso “es imposible que baje por ahí”. El plan no da frutos muy jugosos, al menos en un principio, y mi culo golpea la nieva en multitud de ocasiones, eso sí, vuelvo a levantarme una y otra vez. La situación es graciosa, sobre todo para mis “classmate” aunque no hacen demasiada sangre, como me reconocen posteriormente a la hora de la comida.
Pulgada a pulgada, talega tras talega, me acerco a mi objetivo, el comienzo de la pista de la pequeña estación contigua al hotel. Aquí soy algo mas ducho y solo en la última parte vuelvo a las andadas, para no perder las costumbres…

   El último trozo en llano, unos 500 m aprox. se me hace eterno, estoy destrozado y apenas tengo fuerzas para bracear, no sabía que esto de caerse fuera tan cansado… al llegar a la carretera recojo mis esquís y tomo el camino del hotel con la idea de ver a mi compi Isi cuanto antes temiendo que las noticias sean malas.
Me la encuentro en la puerta de la sala de material, sana y salva y de una pieza, por lo que quedo aliviado. Me cuenta que, ante los problemas que estaban teniendo en la ascensión, una chica y ella han tomado una ruta alternativa, junto con nuestra profesora.

   La comida llega en el momento justo, cuando las fuerzas están pidiendo ayuda. Es ahí donde uno de los compañeros me suelta “you are brave!” al que le respondo con un apretón de manos: “yes”, siempre y cuando “brave” signifique “loco masoquista”…
   Después de saborear otro de los manjares a los que nos están acostumbrando en este sitio, estamos listos para continuar con el programa. En este caso se trata de la construcción de una camilla para trasladar a un herido en la montaña, usando como material dos esquís, seis palos y varias cuerdas de unos 4 metros cada una. Nos acoplamos a un grupo y seguimos sus movimientos sin perder detalle.






El ritmo es trepidante,  y solo el frio en las manos desnudas hace que pare por unos instantes. Tras el tiempo necesario de fabricación la prueba final consiste en trasladar a uno de los componentes por una rampa de nieve, sin que el herido caiga y la camilla no llegue pidiendo la hora. La prueba es superada por todos, como menor o mejor puntuación. Sin duda una práctica interesante, que algún día puede resultarnos muy útil.





 Tretji dan.

   La tercera mañana se presenta trepidante, con ese gusano de incertidumbre, exaltación y deseo recorriendo cada parte de tu cuerpo. La noche anterior nos habían reunido en la sala de charlas para contarnos y mostrarnos en el mapa la ruta prevista para hoy. Sin duda era tan interesante como dura. Una idea salpica mi cabeza "la subida puedo con ella, pero la bajada la voy a sufrir", a tenor de los acontecimientos del día anterior. Aunque, a pesar de ello, no quiero ni hablar de “rutas alternativas” quiero ponerme a prueba en un terreno hostil, que me exija el máximo, aunque el pensamiento de poder perjudicar a mis compañeros no me gusta nada… es una batalla en mi cabeza de dos luchadores que tienen las mismas fuerzas.

   La ruta comienza sin apenas aviso, esta vez no hay calentamiento, pruebas, ni cuartel, esto es real, y nadie puede dormirse. Este ambiente consigue contagiarnos a todos, estamos concentrados en la actividad, intentando estar al 101 %. 

En el día de hoy se establece una norma, Isi y la otra de las chicas que tuvo problemas el día anterior irá delante, justo detrás del profesor, esto hace que el grupo coja su ritmo y nadie quede retrasado. Es curioso esto, porque cuando vas delante, sin saber cómo ni por qué, eres capaz de mantener un ritmo más alto que si estas en la cola, si que exija un esfuerzo exageradamente más elevado… Aquí entra en juego el aspecto psicológico, cuando ves que todo el grupo te deja atrás, que las distancias se acentúan por momentos, tus fuerzas flaquean. Sin embargo recibes un chute de energía cuando te sitúas delante.  Gran decisión por parte de nuestros profesores.

   La marcha discurre sin altibajos, a un ritmo constante, solo nos detenemos para cambiar el nivel de inclinación de nuestras fijaciones o colocar los crampones. Paso corto, firme, para anclar el crampón y deslizamiento del otro pie manteniendo siempre el contacto con el suelo, esto evitará resbalones inoportunos, que te hacen retroceder varios metros hacia abajo.

   Llegamos al primer “crux” de la ruta. Se trata del lugar donde ayer tuvimos tantos problemas para ascender, y donde el grupo se rompió y se alargó más de lo recomendable. Pero esta vez Blaž lleva un plan en mente. Establece una parada para quitarnos los esquís y atarlos a nuestras mochilas, lo vamos a subir andando. La organización es la misma, el va delante abriendo huella, y nosotros emulamos a los indios americanos tras su paso. Para mí esto es una grata sorpresa, nunca he subido por una montaña nevada de esas características. El parón no hace que perdamos la concentración, tan solo piensas en el siguiente paso, en clavar la punta de tu bota de la mejor forma posible para conseguir una base lo suficientemente resistente que aguante su paso y el de los compañeros que vienen detrás. En este momento me llegan a la mente todas las historias que he visto o leído de “superhombres” que asciende por cumbres imposibles en el Himalaya, ahora entiendo su satisfacción al hacerlo, al dar todo lo que tienen dentro, al jugarse la vida en ello… y todo esto lo siento al subir a una montaña de unos 2000 metros, si las sensaciones son directamente proporcionales a la altura, no puedo imaginar lo que tienen que sentir esos pocos privilegiados…

   Terminada la rampa de hielo, nieve virgen y arboles, el camino es estabiliza un poco, bueno si se le puede llamas así, al menos el terreno se abre, se ensancha y te empapa de una sensación de libertad que no tenía la zona anterior. Los arboles dejan paso a los desfiladeros de nieve, al viento, al sol y a la felicidad… es curioso como un lugar sin apenas nada, puede transmitirte tanto. 

   Corto mi concentración en la marcha por un segundo, tengo que hacerlo, no puedo remediarlo, el vacío me llama como las sirenas cantaban a Ulises. La panorámica que se abre ante mis ojos es ciertamente difícil de describir, mis ojos no son capaces de abarcar todo el horizonte nuevo que han dejado pasar los arboles y se llenan de los colores que ven, verdes, marrones predominan, bañados por un manto blanco, pero lo que más me impresiona es la inmensidad.
   Estamos en los últimos zigzags antes de la cima. Ascendemos por un canal de nieve muy fina, modelada por el viento que por aquí habita. Antes de hollar cumbre Blaž se para en seco, deba haber visto algo que no le gusta, que no le llena el ojo, porque acto seguido nos dice que bajemos, que no vamos a subir más. La transición no dura más de 2 minutos y pronto nos encontramos deslizándonos colina abajo.
Establecemos nuestro último punto de control, en el que preparamos nuestros esquís para el descenso. Quitamos la piel de foca y ajustamos bien la mochila, un trago de agua, un último vistazo de 360º y comenzamos a bajar. 

   El lugar, aunque esté más alto que el del día anterior, es mucho más propicio para un esquiador de mis características. Hemos cambiado los arboles, las placas de hielo y los espacios reducidos, por amplias calles, nieve virgen y hielo, esto sí, pero en menor medida.

La bajada la disfruto muchísimo más que la del día anterior, y gracias a los consejos y la ayuda de uno de mis compis consigo hacerla sin caídas (ya me las llevé todas ayer !!!). 

Al llegar a la carretera charlo un rato con unos compañeros sobre las sensaciones del día de hoy.

Ahora tenemos un tiempo libre, dejamos el material y nos vamos a comer. Tras esto nos espera una sesión de cómo construir u Iglú. Otra de estas actividades intermedias, que nos están resultando muy entretenidas e interesantes.

Trabajando duro
   La clase comienza con una demostración de nuestro profesor de cómo sacar un bloque de hielo perfecto, para dicha tarea. Una vez visto, agarramos las herramientas y nos ponemos manos a la obra. No dividimos en un equipo de “canteros”, “transportistas”, “arquitectos” y … “viejos que miran las obras” vamos, al más puro estilo español.

Yo prefiero ser de los canteros, el movimiento calienta mis huesos y pronto le pillo el truco y consigo sacar un “pale” de piedras de hielo.



   Los arquitectos por su parte, no deben estar mirando muchos los planos facilitados por los profesores, porque la base del iglú es muy grande, y pronto nos damos cuenta de que no hay hielo suficiente en toda la montaña para acabar un iglú como ese… por lo que nos dedicamos a hacer fotos y jugar en la nieve, anda que como nuestras vidas dependa un día de esto…

Todo termina con un aplauso sincero a los profesores, que creo que se merecen y un “tonto el último” que hace que los componentes del grupo   salgan esparcidos, cada uno a sus coches.

En el camino de vuelta, el sol nos deja ver todo lo que no vimos en la ida. El entorno de Parque Nacional del Triglav es abrumador. Los picos blancos flanquean la carretera y no puedes cerrar los ojos ni la boca. Tanto Isi como yo nos decimos el uno al otro, sin hablar, sin siquiera mirarnos: “tenemos que volver…”


Ajde !