viernes, 8 de abril de 2011

España-Slovenija: hacia el interior de mí mismo.

    •  Primer y "segon" día: Los cuentos de Calleja.

“Los viajes no se planean, se hacen” esta es la idea que me sobrevuela justa antes de que el telón se alce. Y es que el mejor momento para hacer algo nunca llega. El estado de “bienestar” y comodidad que nos hemos empeñado en autoinculcarnos necesita de toda nuestra atención y tiempo para conseguirlo y mantenerlo, no queda tiempo para cosas tan insignificantes como vivir. Pasamos nuestra  vida diseñándola, planeándola y nos olvidamos de experimentarla, de sentirla, en definitiva de vivirla. Es por eso que ansío este viaje, aunque no sea la forma más práctica, cómoda ni, por supuesto, barata de viajar, aunque mucha gente no lo entienda, para mí no es solo trasladarme al país que este año me ha acogido, es mucho mas, es una forma de conocerme a mí mismo.
Son las 2:00 am. Y fiel a mi tradición de no poder dormir el día antes de una actividad importante y cansado de contar ovejitas,  cabras y ratones coloraos y de ojear alguna peli en el ordenata, mi menta ya le lleva muchos kilómetros de ventaja mi cuerpo, paseándose por lugares inventados de España, France e Italia. Aunque es uno el que recibe más visitas, el más cercano, conocido y deseado, que a la postre será nuestra primera parada, Montserrat.
Esta montaña catalana cercana a Martorell ya me sedujo años atrás, mucho antes que me picase el bichito de la escalada, imaginaos el poder de atracción que tiene para lagartijillas de medio pelo como yo… y así, volando por sus cumbre, trepando por sus paredes, consigo rascar unas 2 horas de sueño, vamos, en la media.
El día amanece radiante, con cierto fresquito matinal que activa tus receptores. Los preparativos están hechos, algo de ropa, el material de escalada y un regalo en forma de bolsa gigante de comida de mi madre, que haría yo sin ella… !!!
Los momentos previos a la llegada de Isi son los peores, no puedes dejar de moverte y tienes que pensar las cosas al menos 3 veces para conseguir hacerlas. Por fín mi incansable compañera de aventuras asoma el morro azul metalizado de su furgo entre los muros del parque de enfrente de mi casa. Mi abuelo, por supuesto es el primero en divisarla, pues lleva cosa de tres cuartos de hora erguido en la puerta, cual centinela, este también en su línea…

Un rápido vistazo al auto, lo cargamos y nos cargamos con un café y “AJDE !”, no hay tiempo  que perder, el camino, la montaña y … la vida, nos espera.
Elegimos la ruta económica, que nos lleva por Ciudad Real, Madrid, Zaragoza y la citada Barcelona.
Los casi 900 primeros kms pasan pronto, casi sin enterarnos, quizás no en el reloj digital, pero sí en el biológico.

A las 11:00 pm divisamos por primera vez Monserrat, no de forma literal, pues la noche solo deja insinuar su figura, pero sabemos que está ahí, la sentimos y agradecemos que nos acoja.
Elegimos una pequeña explanada para establecernos, vistazo a la izquierda: el valle de Monserrat, vistazo a la derecha: la que recientemente un amigo definió como “la cuna de la escalada en España”. Perfecto!
Cena made in Pili y a descansar que mañana será un día intenso.
La montaña más bella que he conocido hasta ahora se despierta con unas sabanas, en forma de niebla, pegadas, se hace la remolona, y ruborizada no quiere mostrarse. Le cuesta un rato, pero al final deja verse en todo su esplendor.
Desde mi ojo, Monserrat es el intento de la tierra por tocar el cielo con sus manos. Sus picos se alzan en forma de dedos, firmes y redondeados hacia el techo azulado.
Recorriendo sus dedos con la mirada los mios empiezan a sentir ese hormigueo característico, deseando poder acariciarla cuanto antes.
Aunque el tiempo no está muy por la labor y nos deja entrever que no va a ser fácil escalar hoy, la lluvia entra en escena casi de puntillas, pero con esto es suficiente para humedecer la roca y dejarnos con el caramelo en la boca.
Decidimos cargar nuestras mochilas de entusiasmo y plantarle cara al día, si no podemos escalar, al menos no va a ser por no intentarlo hasta el final.
Nos dirigimos hasta el monasterio, con la boca abierta por la generosa cuesta y las magnificas vistas. Mi primera impresión y la que aún prevalece dentro de mi cuando veo el monasterio es: “pero qué han hecho aquí????”  en tan solo una curva, alguna mente privilegiada ha pensado en montar una ciudad turística en la misma montaña. Tiendas de regalos caza-turistas, bares, la “cremallera” el funicular y no sé cuantas cosas más se agrupan en torno a las miles de cámaras fotográficas que brotan de cualquier lado… Y mientras, la montaña aguanta el tipo lo mejor que puede, mostrándose de la mejor forma que puede, o que la dejan… un espectáculo dantesco.
Tras visualizar algunos mapas y pedir consejo a la pequeña oficina de turismo ( sí lo sé, después del anterior comentario ahora voy y me aprovecho de lo que antes critico…) pues sí, porque bien mirado, el que vaya yo, o no, a hacer uso de las instalaciones no va ha hacer que éstas desaparezcan (si fuese así no lo dudaría un instante). La chica, muy amable, nos muestra cómo podemos llegar al pueblo que lleva el nombre de la zona de escalada que tenemos en mente y en papel, otra cosa será darnos el mapa, “la pela es la pela”.
Decidimos ir al coche y dirigirnos a nuestro destino, si bien la vela de escalar hoy cada vez está más débil, o mejor dicho más húmeda, fiel a nosotros mismos nos agarramos a un clavo ardiendo y hasta el final lo vamos a intentar.
Después de pasearnos hacia un lado y otro, conseguimos dar con el pueblo, Collbató. La lluvia nos ha abandonado varias curvas atrás, por lo que la ilusión vuelve de nuevo.
Ahora solo tenemos que encontrar la zona que tenemos en el papel, fácil! Como esto no es grande! Sin embargo, simplemente nos acercamos a la montaña por el sitio que nos va dejando, es como un canto de sirena al que no nos podemos resistir.
Ver la primera chapa brillando en la pared es como encontrar una pequeña pepita de oro, sabes que si  sigues buscando cerca vas a encontrar más, dicho y hecho.
Pero tenemos la suerte de encontrar no solo unas cuantas pepitas, sino un filón, en forma de un matrimonio de la zona escalando en una pared muy cercana. Nos aproximamos y les pedimos referencias, ellos muy amables nos ayudan en todo lo que pueden y nos ofrecen escalar a su lado. GENIAL!!!!! Después de la pateada, la lluvia y el tiempo perdido obtendremos la recompensa de poder hacer alguna vía, o al menos intentarlo. No, si al final van a tener razón los “cuentos de Calleja” y la moraleja se cumple…
Mi compi, que lee en mis ojos las ansias por calzarme los gatos, me cede amablemente el honor de ser el primero en subir, “gran escaladora, mejor persona!!” Gremo!!!
La primera impresión no puede ser más satisfactoria, se trata de conglomerado, por lo que la adherencia es máxima, en cualquier cosita te quedas colgado, así que la confianza sube a la par que mis pies. Al llegar a la reunión la sensación es exultante, las vistas?  Solo describibles en una foto, la imagen se quedará para siempre dentro de mí.


El ritmo es bueno y en poquito tiempo nos alzamos a dos reuniones mas, para nosotros es más que suficiente, después de haber tenido tan negra la posibilidad de probar la roca catalana, 3 vías son un regalo.
Encarrilamos el camino de vuelta echando un último vistazo por el rabillo del ojo y con un guiño pensamos: “volveré”.
Con esto quemamos las dos jornadas previstas en suelo español, la sonrisa ya no nos la quita nadie y el hecho de poder ver ahora a parte de mi familia solo hace que agrandarla. Ahora a descansar que la aventura no ha hecho más que comenzar…