jueves, 19 de mayo de 2011

Storžič: Mi primer trocito de cielo.

“La vida es lo que pasa mientras tú haces otros planes” no sé por qué me viene esto a la cabeza ahora, quizás porque varias ocasiones en este año estoy dando vueltas para ver lo que quiero hacer con mi vida, el camino que está tomando y la dirección que yo quiero que tome, que en algunas ocasiones estas dos formas no se llevan muy bien. El caso es que a lo largo de mi vida nunca he tenido claro estos puntos, siempre he intentado no cerrar puertas, formarme en un abanico de actividades amplio, para luego poder elegir. Hay personas que desde pequeños están muy seguros de lo que quieren ser de mayores, a mí me ha costado 26 años darme cuenta de que hay algo por lo que vale la pena formarse, trabajar y luchar…

7:00 am, es la hora, de nada vale hacerse el remolón, tampoco las 2 horas de sueño que tan solo fui capaz de recoger ayer. Es el momento de ponerse en marcha, de pegar un salto de la cama,  preparar cachiperres y deshacerse de legañas y gayumbos de dormir. It´s activ’s time !!!

Con la mochila ya empaquetada, solo me queda  preparar algo de comida y un cafelito para cuando lleguemos al pueblo en cuestión, tržič. Como chicos previsores, y sobre todo porque sabemos cómo nos las gastamos, hemos dejado una hora de sobra para llegar a lugar, ya que el camino lo haremos por carreteras segundarias, no es cuestión de pagar los 30 eurazos por la “vnijeta” esa tarjetita que te permite utilizar todas la autovías de Slovenija. Mejor así, gracias a esto estamos descubriendo nuevos lugares de nuestro querido país, de esos escondidos que no salen en los mapas…
Lo dicho, después de “el desayuno de los campeones” que, en más de una ocasión me ha preparado Luka,  my roommate, (huevos con atún) pura energía, nos montamos en nuestra querida furgo y salimos disparados a nuestra próxima actividad con la fakulteta.

Por supuesto, y para no romper tradiciones, no tenemos la más pajolera idea de qué se trata la actividad. Nos ceñimos a las indicaciones del material necesario que nuestros profesores nos enviaron por mail. Por supuesto contando con un material adicional, que pensamos puede sernos útil en cualquier actividad, cordino y un par de mosquetones, ropa de sobra, material de escalada, y por supuesto el botiquín, incluido en todas mis visitas a la montaña.

Llegamos a Tržič, casi sin darnos cuenta, todo en el tiempo previsto, buscamos un buen parking y disfrutamos de nuestro cafelito a la oriya del rio.
Van pasando coches con caras conocidas, la hora se acerca y la emoción aumenta. 

Cuando ya estamos listos nos desplazamos hasta el lugar en el que dejaremos los vehículos todo el fin de semana. Es allí donde uno de nuestros compañeros nos informa del plan de ruta, he incluso podemos verlo con nuestros propios ojos. En esta ocasión el reto es subir a Storžič, una mole de roca que se alza por encima de nuestras cabezas y que se funde en una imagen bella y amenazadora  de roca y vegetación. 

Nada más oir las palabras de mi compañero mi corazón se acelera, no soy capaz de quitar los ojos de esa punta de lanza gris, es algo que llevo deseando desde hace algún tiempo, poder enfrentarme a una montaña de esas características, poder aprender y disfrutar de ella.
The challenge.

Sin más y después de que dos de nuestros compañeros tengan que volver obligadamente a casa, por no traer la documentación de la ruta preparada ( ahí nosotros somos palomita blanca), nos ponemos en marcha.
La aproximación hasta "Lom pod Storžičem", el refugio de montaña, se convierte en el calentamiento perfecto, una forma de activación física y neuronal que nos deja listos para entrarle a nuestra aventura. Dejamos lo no-necesario y nos ponemos en marcha. Aquí, como en las anteriores salidas con la faculteta za šport, no hay tregua ni medias tintas, si no estás dispuesto a dar lo máximo desde el principio, mejor que te quedes en casa. 

En un principio el terreno no es demasiado abrupto, la red de senderos de la “transversal Slovena” está en perfecto estado, todo bien señalizado y preparado para poder disfrutar de la ruta.

Katja: classmate, translater y desde ahora, amiga.
Poco a poco vamos subiendo y es entonces cuando una de nuestras compañeras se nos hacerca y nos saluda en español. Ya ni siquiera nos sorprende, tienen una gran capacidad de aprendizaje y cariño por lo español, por lo que desde ese momento se ofrece sin concesión a hacernos de intérprete en los momentos que necesitemos información, ya que todo va en esloveno por aquí.  

La primera parada contundente la hacemos a 1325 mts, al pie de lo que parece ser un refugio de montaña de reducidas dimensiones, (aunque a la bajada nos damos cuenta de que es un bar, dando buena cuenta de él). Lo que no es para nada reducido es el paisaje que nos rodea, atrás dejamos el bosque cerrado para ampliar nuestra mente hasta casi la inmensidad. 









 Continuamos desgastando las nuevas zapas de montaña que trinqué en sport 2000 a un precio inmejorable. Otra vez la ruta se torna más oscura, nos deslizamos entre desfiladeros de tierra y follaje, hay que andar con un ojo en el camino y otro, por supuesto, en el paisaje. La marcha es larga, aquí nadie se duerme, el ritmo se mantiene en un punto optimo, permitiéndonos saciar nuestro apetito fotográfico con algunas instantáneas. 











Como un jamón extremeño que se precie (no digo bueno, porque todos lo son), la montaña va dejándonos entrever vetas de  pedrizas, retomando la mezcla gris y verde que se apreciaba desde el punto de partida. El aumento de la intensidad, la emoción y el peligro, es directamente proporcional. Después del rodeo previo que hemos efectuado, afrontamos Storžič por su cara sur. 




Cada paso cuesta un poquito más y lo saboreo como si fuera el último, la charla se ha acabado, bien por la intensidad de lo que tenemos entre mano, o porque cada uno quiere saborearlo dentro de sí mismo, hasta hacer una imagen perfecta e imborrable.




Al lado de uno de los varios neveros que nos encontramos, establecemos una parada para reponer algo de fuerzas. Desde luego los profesores saben cómo elegir un punto para detenerse. Una simple mirada hacia el horizonte te recarga las energías, más incluso que las barritas de las que todos echamos mano. hasta se nos une a la fiesta un invitado inesperado. 



Quedaran unos 250 mts, pero la cumbre aún no se visualiza, también porque nuestra montaña se ha enfundado, hace ya algunos minutos, en un fular gris, que no deja más que intuir donde se encuentra su punto máximo.  Pero esto no nos importa, al menos a mí, estoy disfrutando de cada paso que doy, de cada foto que hago y de cada conversación que, entrecortada,  mantengo con mis compañeros. Si el viaje terminara en esta mismo punto,ya habría valido la pena.

Dándolo todo...
En el segundo de los neveros situamos lo que sería, a pequeña escala, nuestro campo 3, en el que algunos de nuestro compañero deciden desistir en su empeño,  y tornar el camino a casa. Alegan cansancio, aunque sus caras y sus cuerpos los delatan y dejan entrever su pasotismo por la actividad. Tan solo una de las chicas ha dado todo lo que tenía,  lleva bastante tiempo muy retrasada, ampliando la distancia entre ella y el resto del grupo por momentos. Para mí ha sido la que, sin duda, ha merecido un digno descanso y reconocimiento. Más aún cuando, al día siguiente, me adelanta que tiene intenciones de subirla nuevamente, en otra ocasión, esta vez hasta la cima.

Afrontamos los últimos 100 mts con la ilusión de un niño el día de Reyes, quizás no tanto por lo que nos vamos a encontrar, sino más bien por la satisfacción de la lucha y del trabajo bien hecho. 

A tan solo 10 pasos de la cima ya no puedo disimularlo, la sonrisa se me dispara, los ojos se abren y la piel se eriza. Un cosquilleo me recorre el cuerpo, por fín, lo he conseguido, estoy en la cima. 

Una cuz se alza imponente en el centro de la pequeña explanada, bien secundada por banderas con oraciones, similares a las que,  hace un par de años, me regaló mi amigo Juanjo, provenientes de uno de sus viajes por esos mundos verticales. 

Burnik, mi profesor, percibe ese sentimiento especial que me recorre, y se acerca sonriente a ofrecerme la mano con un “congratulations!”, la altitud de la montaña y la curiosidad de si es mi cima más alta en Slovenija. La realidad es que sí, y le estrecho con el convencimiento y la esperanza de que no sea la última. 

Desde los 2132 mts de Storžič hay una vista ilusionante, hacia un horizonte plagado de esfuerzo, desnivel y piedras en el camino. Un universo desconocido hasta hace muy poco, pero que estaba ahí, esperándome, dispuesto a elegir el momento adecuado para aparecer, sabiendo que desde ese momento, no se alejará jamás… Ahora solo queda lo más duro y bonito a la vez, hacerlo realidad.

Ajde !