lunes, 2 de abril de 2012

Clásica en Hoyamoros: Un paraiso de conocimientos.

Las 5:15 am llegan pronto, mucho antes que cualquier otro día cuando tienes que ponerte en pie. Con apenas 20 minutos de sueño en el bolsillo me encaramo a lo alto de mi ilusión para seguir persiguiendo un  deseo.
El café recién hecho sabe mejor que nunca, esa mezcla de sabor agrio q deja un regusto agradable se degusta igual que la escalada, al menos la que te impregna por dentro, te exprime y te saca hasta la última gota de tu ser.
Casi sin darme cuenta vamos camino de nuestros sueños, en este caso, uno llamado escalada clásica y apellidado Hoyamoros. Para mí, será la primera vez q me sumerja en ese océano de roca verde teñida por el musgo.  Debido a un cambio de planes forzado, por la falta de nieve y hielo (a quién se le ocurre iniciarse en el alpinismo este  año???) Hemos buscado una alternativa potente, motivante y muy atractiva.
 Iniciamos la subida desde candelario por una pista que se torna a veces en camino, si no en verea, por lo que en una de las rampas nuestra furgona dice q no le apetece seguir y comienza a sejar hacia atrás, cual burro que no quiere que le carguen los sacos de aceitunas, sabiendo que va a tener que apretar el culo para salir de allí. Tan poco le gusta el plan a nuestra “burra” que pronto nos vemos con una de sus patas en el barranco, casi suspendida en el aire. Dentro nos miramos y en lugar de que los nervios entren en escena esbozamos una sonrisa y nos bajamos alegremente a ver qué pasa. Y lo que pasa es que tenemos a nuestra Fiat Scudo con todo su motor, con todas nuestras cosas y todos sus kilos, con una patita en el aire. Pegamos una llamada a los demás, que subían en un burro algo más acostumbrado a estos menesteres – Javi! Que nos hemos atollao! Los cabrones vienen partiéndose el culo con la frasecita. Tras un breve reconocimiento pensamos “ cago en dio! No vamos a ser capaces de sacarla de un empujon? Asique ahora somos nosotros los que apretamos el culo tirando de la señora furgona. Seguimos pa arriba, minipunto para nosotros.
Sin perderle tiempo al día nos ponemos manos a la obra. Lo primero, establecer las cordadas, decidir las vías y repartir el material. Sacamos 3 cordadas muy majas y que pueden dar mucho juego. Koka, Jose y Marcos, que harán la vía de “La placa de las águilas”, Javi, Jero y Josu, que se medirám a “La olímpica” y Benja, Fer y yo que nos intentaremos encaramar a la testa de “La eólica”.
The challenge
Una vez conocido el nombre de nuestro desafío la tripa comienza con su baile de lagartijas, ese que te activa, te prepara y te grita mirándote a los ojos: “hoy será un gran día!”
Tras una aproximación de 1 hora, una de las más cortas para escalar clásica, según Benja, se abre delante de nosotros, orgulloso y lleno de esplendor, Hoyamoros, paraíso allá donde los haya para lagartijas, pajaros, y aquellos humanos que nos empeñamos en imitarlos.
Antes de darnos cuenta ya estamos en el pie de nuestra vía, rápidamente nos preparamos. Será Benja el que comience de primero,  algo que no rechistamos, pues es el que tiene más experiencia, más manejo de todo el material y encima ya ha subido esta vía. Ya llegará nuestra oportunidad.
Benja en L.1
La vía comienza exigente, quizás no por la dureza de sus pasos, pero sí por la dificultad de protegerlos en algunos puntos concretos. Sin duda es un buen calentamiento teniendo en cuenta los resoplos que nuestro compi se deja caer de vez en cuando.  Poco a poco y con la destreza de los que se han curtido en estos parajes, Benja  cose la ruta por la que posteriormente nosotros ascenderemos con seguros flotantes.  Es como el cuento de hansel y Gretel, dejando un rastro de miguitas de pan en la pared.
Acto seguido me pongo en marcha, ya estaba impaciente por calzarme los gatos y comenzar a desgastar mis yemas con el frio granito lugareño. El primer largo se pasa bien, con algunos movimientos algo más delicados, pero los tres conseguimos resolver sin mayor contratiempo, a excepción de un resbalón de Fer “por confiarme demasiado”, es que aquí hay que estar al 101% en cada momento.
Desde nuestra primera reu volada, le pido a Benja que me deje intentar el segundo largo, en el que se diferencian claramente dos partes, un primer tramo que discurre por una fisura estrecha, pero que da bastante juego y una segunda que consiste en una travesía a derecha con 4 clavos, delicada y sucia, con posibilidad de pasarla ayudándote de un par de cordinos que tiene anclados a  los seguros (V+), o de hacerla en libre (6c). Yo tengo claro que voy a por la segunda opción, o al menos a luchar por mi derecho a intentarlo. Cuando estás allí arriba todo se ve más claro.
Juanmi en L.2
Comienzo el largo algo perezoso, un primer fisu me da la tranquilidad necesaria para no precipitarme, reviso la fisura por uno y otro lado, la mimo y la acaricio, pisando con cuidado, esperando que ella me trate igual de bien. En un momento dado la concentración se corta y a su misma vez la ascensión, es un punto en el que piensas que los pies no agarran como antes y que la fisura encoge por momentos y cada vez puedes meter menos los dedos en ella.  Mi pierna, que se está dando cuenta de todo esto, decide “ayudarme” haciendo la moto – pues de puta madre!  pienso justo antes de escuchar a mis colegas dando gritos de ánimo y tranquilidad. Lo bueno de estos momentos de crisis es que se van cuando menos te lo esperas, siempre que no les hagas mucho caso, es como el graciosillo de clase. Bueno, se van cuando no los haces caso o cuando consigues meter un fisurero hasta las entrañas de la grieta, mano de santo!
 La fisura vuelve a ensanchar por segundos y los gatos vuelven a tener pegamento, coño! hasta encuentro un cazo enorme 3cm por encima de donde estaba mi mano. Lo que hace el coco… prosigo con mi ascensión olvidando totalmente lo de abajo, estoy plenamente concentrado en lo que hago, y solo rompo mi silencio para pedir algún consejo a mis compis o soltar algún alarido de felicidad/miedo. Quien crea que estas sensaciones no pueden unirse es que aún no ha probado la escalada clásica…
Unos pasitos más punteando y maniobrando en lateral y me planto en el vértice desde donde comienza la travesía  que le da el grado a esta via, pero decir esto es poco, porque le da el grado,  la sal y la pimienta. El punto de comienzo lo ponen dos clavos separados a unos 20 cm verticalmente y unidos por un cordino, el cordino ni tocarlo, así que le meto la express al de arriba que me da más “seguridad” que el otro, más que nada porque a este parece que le ha pasado un rulo por encima, pero – esto aguanta, no??? Si si, aguantan!”- pues eso, ajde! Como dirían los eslovenos.
Apunto de entrar en la travesía
 En un primer momento subo dos o tres pasos hacia arriba, justo en la vertical de los clavos, algo me dice que la estoy metiendo hasta el fondo, así que me ayudo del cordino para volver al punto de inicio, no vaya a ser que tengamos que testar los clavos antes de tiempo. 
Comienzo, ahora sí, hacia la derecha, enlazando movimientos y grapando las dos chapas fijadas con espits, que me encuentro por el camino, hilando fino. Me siento bien, concentrado y apretando el culo de lo lindo, es una sensación fantástica. En el último tercio de la travesía empiezo a roer hueso, la pared está muy sucia y el musgo arropa los pocos y minúsculos pies de que dispongo. Sin embargo puedo enlazar algún movimiento más, aunque mi ritmo ha bajado considerablemente y mi mieditis ha crecido en sentido inversamente proporcional, un par de “al loro Benja!” lo corroboran. Pero estoy tan cerca, la poyata que marca el final de la travesía está ahí mismo, es solo un paso, un saltito minúsculo que me dará la llave del paraíso. Tengo una regleta lateral en mi mano derecha que me permite un impulso más o menos decente, tan solo necesito unos pies, del tañano de la parte blanca de mis uñas para conseguirlo. La tensión es máxima, pero la concentración es más fuerte, mi último seguro está lejos, pero ni siquiera me acuerdo de él. Tan solo pienso en el triangulo mágico que forman la regleta, la poyata y el pie que necesito, es la única incógnita de mi ecuación. Hay que intentarlo, no me voy a tomar un café aquí arriba!, asique agarro mi regletita, meto la punta de mi gato en lo que parece un agarre y aprieto…
Tan solo unas decimas de segundo después estoy unos 4 metros por debajo mirando hacia arriba y lamentándome, lo tenía tan cerca! Con una ligera quemadura en dos de mis dedos, que se han encontrado con la cuerda en su viaje en ascensor hacia el pozo, pero con una sonrisa en los labios – pues sí aguantan, sí!
Me encaramo al punto en el que estaba antes de mi viaje y consigo llegar a la ansiada poyata con la ayuda de las cuerdas. Con un friend protejo una leve ascensión salpicada de nieve que me dará acceso a la reu, no vayamos a resbalar y darle trabajo extra al espit que tan bien se ha portado anteriormente. La reu está montada con dos anclajes unidos por una cadena oxidada, pero que parece firme. Es unos de los descuelgues para el rapel posterior, así que más no vale que lo sea. Pero por recomendación de nuestro técnico y amigo, triangulo una reunión propia, utilizando los dos puntos de anclaje. Pronto comienzan a subir mis compis, y a disfrutar de un largo verdaderamente precioso. Todos caemos en la dichosa travesía, que en el día de hoy se nos ha resistido, pero que estoy seguro de que no tardaremos en volver a medirnos.
R.2
Estoy comodísimo, sentado en mi reunión, asegurando a mis compañeros y disfrutando de un mar de rocas turquesa. Algo de hielo, del nevero que tengo justo detrás mía para los dedos y perfecto.
Fer en L.3
El tercer largo es para Fer. Se trata de una plaquita casi protegida en su totalidad con seguros fijos, de lo más variopinto. Otra de esas de hilar fino, que tanto nos gustan. Paso a paso, resoplo tras resoplo (algo que haremos todos al cruzar varios puntos de la vía) nuestro compañero va cubriendo los 30 metros de disfrute que tiene este largo. Con sutileza, técnica y saber hacer, nuestro asturiano se encarama a lo más alto de nuestra vía, y yo, mirándolo, incapaz de cerrar la boca, pensando – qué largo se acaba de marcar el cabrón!!!
Al llegar arriba la felicidad es máxima, este último tramo ha sido como el último trago de café con restos de azúcar no disuelta. Nos miramos, sonreímos y nos abrazamos. Lo hemos conseguido, todos juntos, trabajando como un gran equipo, o mejor aún, como un gran equipo de amigos.
Con un par de rápeles, volvemos a pisar tierra firme. Nos lo tomamos con tranquilidad, pues son sólo las 15:35 y nuestros colegas aun no dan señales de vida, por lo que nos vamos a ir a la pradera, a llenar nuestros deseosos estómagos con la rica comida montañera, y nuestros ávidos ojos con la panorámica de nuestra obra.
Con el estomago lleno y nuestros amigos divisados en la zona de rápeles de las demás vías, nos da por irnos a probar unos bloques, coño! ya que estamos aquí!
Un cuadrado granítico nos llama la atención, quizás por su soledad, o por sus curvas, en las que nuestras mentes ya están buscando la manera de surcar, la mente siempre va un paso por delante de los pies… en algunos casos, dos.
"El lance directo" 7a
Sin pensárnoslo mucho volvemos a mancharnos las manos de magnesio (o magnesia, para escaladoras madrileñas y gimnastas asturianos). El bloque se las trae, tres metros por detrás le tiro un guiño a Fer diciéndole que lo encadeno a vista. Esa estupidez me dura un par de segundos, más o menos  los que tarda el bloque en ponerme las cosas claras. Pero lo que no sabe mi nuevo amigo es que se juega las castañas con un tio de Garbayuela, asique una de dos, o me deja encaramarme a su lomo, o termina con lo que queda de mis yemas, que otra cosa no, pero cabezones y buenos bebedores de cerveza, somos un rato.
Fueron unas cuantas las veces que di con mis huesos en el suelo, pero finalmente consigo subirme a lo alto de esta maravilla natural. Benja lo hace poco después, y Fer no desiste en el intento.
Entre risas, magnesio y pegues se nos pasa el rato volando y vemos como aparecen nuestros compañeros allí en el horizonte. Con una sonrisa en la cara y la satisfacción de un trabajo bien hecho .


La jornada llega a su fin y sin demora cogemos nuestra bártulos y fluimos por este paraíso de roca y conocimientos que ha sido testigo de una más de nuestras aventuras con el Grupo de Detección de Talentos de Alpinismos de la FEXME.












Avanzo con la sonrisa metida muy dentro, después de una semana difícil y rara, sin duda es un buen motivo para seguir adelante. Seguiremos avanzando hacia esa sonrisa.




Ajde!