viernes, 30 de diciembre de 2011

Almanzor: "Buscando nuestra autonomía"

La mañana se presenta excitante, aunque quizás debería decir la tarde, ya que nuestros quehaceres cotidianos no nos permiten salir antes de las 12 (y terminarán siendo las 13 H) salimos para Plasencia con la mochila cargada de ilusiones y, como luego sufriríamos en nuestras carnes, de un montón de cosas “inútiles” que no son necesarias en una aventura como esta. La pateada será larga y cada gramo se nos arrimará a las costillas. Llegamos al punto de reunión con Mario casi una hora más tarde. Aprovechamos la parada para pillar las últimas provisiones y emprendemos nuestro camino. Recogemos el material que amablemente nos presta nuestro técnico y amigo Benja y tras los últimos consejos salimos enfilados hacia la plataforma de Gredos. A nuestra llegada, aproximadamente las 5 de la tarde, nos ponemos manos a la obra a preparar y reorganizar nuestras mochilas. La excitación se amplia y no nos podemos quitar la sonrisa de la boca mientras cargamos nuestros macutos hasta “las orejas”. Nuestra expedición no está al completo, debido a que Celia, que tuvo una serie de problemas, en un día para olvidar, no ha podido unirse a nosotros. Sin duda la echaremos de menos y yo, que la conozco personalmente me acordare mucho de ella, según vamos avanzando en nuestro camino.
Comenzamos la marcha, empezamos a ver montañas, preciosas montañas... pronto entró la noche, y la nieve, con ellas, la duda de si ponernos crampones o no... Sólo nos encontrábamos trozos mixtos, por lo que decidimos quitárnoslos... y ponérnoslos, y quitárnoslos… La travesía nocturna hasta el refugio es una de las cosas más bellas que he hecho en mi vida. Gredos es un lugar mágico, y por la noche esa magia consigue envolverte por completo. Es imposible no dejar de mirar hacia el suelo helado y disfrutar del baile que las estrellas tienen por encima de nuestras cabezas. Avanzamos con sigilo, no queriendo estropear el ambiente somero que nos rodea. Tras un par de "perdidas" llegamos al refugio Elola, donde nos esperaba la cena, dos chicos de Madrid, y un cielo cubierto de estrellas...
Picos como “El Morezón”,al que tendremos el gusto de conocer posteriormente, se levantan cual centinelas por encima nuestra, vigilándonos, pero también protegiéndonos, vestidos con su ropaje blanco. Tras abrigarnos con la manta "Rua vieja", decidimos descansar, para el día siguiente rendir.
 No madrugamos mucho, son las 8 cuando amanecemos, tenemos mucho día, o eso creemos...las 10, salimos hacia cumbre, despacito, viendo autodetenciones para Janker y César, tranquilamente, subimos asegurando un par de tramos. Esto nos permite empezar a trabajar los anclajes y el manejo de cuerdas. Desde aquí ya podemos ver perfectamente nuestro desafío, esa mole de roca que es el Almanzor en su parte final. Lo deseamos a la vez q lo respetamos. 

En ese punto, Janker y César se paran, no quieren ni deben continuar, no están seguros y sus "botas" no son las adecuadas... nos encordamos y salimos rápido, muy rápido, en nada estábamos en la portilla del crampón. 
 Afrontamos la parte final de la ascensión. Es en ese punto donde cometemos nuestro gran error. En una bifurcación elegimos el camino más difícil, un diedro que sale por la derecha, es terreno mixto de nieve, hielo y roca, lo vemos complicado, pero pensamos “no nos hemos vestido así para nada” y decidimos intentarlo hasta que podamos progresar, siempre analizando la situación y haciendo las cosas con seguridad. 
Es Mario el que se arma de valor y acomete el primer largo, con un paso intermedio bastante complicado ya que hay que superar un paso de roca que tiene la parte final muy suelta. Protegiendo los pasos con un par de fisureros, consigue alzarse hasta el punto donde montará una reunión muy segura, lazando una roca con un par de cintas. Yo me apresuro a llegar hasta él, con el material en la mochila y pienso “como coño ha subido este tío por aquí” desde abajo todo se ve más fácil… nos pasamos el material y ahora me toca a mi darle de primero. El tramo más comprometido es sin duda la primera secuencia de movimientos, una travesía a derecha por una placa de roca. 
Un buen agarre invertido de izquierda, un paso largo y un “mini lance” hasta un agarre muy bueno son las maniobras requeridas. Al pasar esto me apresuro a proteger el largo con un buen fisurero. No he podido hacerlo en el paso complicado, ya que era imposible con el material que teníamos, pero al estar la reunión tan cerca confío y tiro pa´lante. Monto la reunión y cuando Mario llega hasta mi punto analizamos y decidimos. Y la decisión es continuar, pero hacia abajo, por encima de nosotros se alza una pared completamente de roca (con gatos y empotradores? Es posible… pero con el material que llegamos es imposible). Por ello, ni cortos ni perezosos comenzamos nuestro descenso. Ahora el problema es cómo descender, cómo montamos un anclaje seguro para poder rapelar por él con garantías. Tras varias valorar algunas opciones y comprobar que otras no son viables, asciendo por la cuerda ayudado por un nudo autoblocante y un asegurador (reverso) , que me permiten progresar hasta la reunión y montar un puente roca con un cordino de 7 mm, que me permite descender  rapelando hasta el punto donde recuperaremos la cuerda. Pensando que lo peor ha pasado tiro del extremo de la cuerda y esta no corre, vuelvo a intentarlo, no queremos que las alarmas se disparen, queremos mantener la tranquilidad que nos ha acompañado durante todas las maniobras que hemos realizado. Recoloco y la cuerda empieza a bajar, la sonrisa es mantenida, pues aun no tenemos toda la cuerda en nuestras manos, sutilmente, casi acariciándola, voy tirando de ella mientras se desliza por la reunión improvisada. Cuando el extremo toca la nieve la felicidad se dispara, hemos conseguido meternos en un buen marrón y salir de él de una manera segura, manteniendo la compostura y la tranquilidad en todo momento.
Al echar un buen vistazo nos damos cuenta que las huellas que seguimos hasta el diedro tienen camino de vuelta, por lo que creemos que los portugueses que tiraron delante nuestra también se equivocaron, pero supieron retroceder a tiempo.
Descendemos con cuidado, no queremos que un percance de última hora manche nuestra aventura, estamos cansados y esto hace que no tengas la misma agilidad y firmeza que antes.
Paso a paso, patada a patada (aquí nos damos cuenta de lo importante que es tener un material de calidad) llegamos al punto desde el que nos esperan nuestros compañeros, una larga espera, que han aguantado al tener uno de nuestros frontales y no querer dejarnos en el monte con uno de nosotros sin luz. Sin duda se lo agradecemos y se lo agradezco desde aquí, se portaron como verdaderos compañeros y amigos.
Ya solo nos queda recoger, empaquetar lo antes posible y salir, estamos despidiéndonos del refugio, el que por un día ha sido nuestro hogar. Salimos otra vez sin luz “como nos gustan las rutas nocturnas”. Esta vez decidimos seguir en todo momento las indicaciones del GPS, el primer tramo es algo confuso y no podemos perder mucho tiempo, ya que aun nos queda un largo camino hasta Cáceres.
La llegada hasta el coche es celebrada por todos, ahora nos estamos acordando de todas las cosas que estamos paseando de un lugar a otro.
Paramos en Hoyos del espino, como es tradición después de una aventura en la montaña, para tomar nuestra merecida cervecita y recordar algunos de los momentos vividos.
Nuestras sensaciones son plenas, no hemos conseguido cima, pero sí nuestro objetivo: seguir progresando en este mundo maravilloso que se abre delante nuestro. Vamos cogiendo experiencia, bagaje y seguridad. Nos hemos demostrado a nosotros mismos que  podemos movernos por  este tipo de lugares, aunque por supuesto tenemos que aprender de los errores cometidos hoy. En nuestra mente una idea: “es posible que no hubiésemos aprendido tanto si llegamos hasta arriba sin problemas”, y la cima??? Llegará, el Almanzor no se va a mover de allí, y nosotros ya estamos deseando volver…

Publicado por : Mario
y Juanmi.