lunes, 1 de noviembre de 2010

GR Tura 761

Cuando preparas un viaje experimentas una serie de sensaciones que marcan la salida. Todo empieza varios días antes, cuando te rebanas la cabeza en busca del mejor plan posible, creedme que cuando vivís en un país como Slovenija esto resulta muy complicado. Toda esta historia comienza un par de días antes, cuando mi amiga y compañera inseparable de aventuras, Isi y un servidor, buscamos nuestro plan para el fin de semana. Queremos algo distinto, algo que no hayamos hecho ya. Miramos en internet, preguntamos en varios sitios, pero no es hasta que hablamos con mi compañero de habitación, Enei, cuando nos decidimos.

Días antes este esloveno de costa, me estuvo enseñando en el mapa diversos lugares de Eslovenia para poder realizar actividades en la montaña, mi actual pasión. Nos habla de una pequeña montaña, al menos en el papel, situada al suroeste del país, Nanos. Esta maravilla de la naturaleza se alza poderosa, con una columna vertebral de roca afilada y angosta. Está secundada por las poblaciones Postojna, Vipava y Ajdovščina, principalmente y atesora una riqueza natural impresionante. Sus bosques son recorridos por una red de senderos de montaña perfectamente marcados. Es u paraíso para los amantes del trekking. Pero Nanos tiene algo más, en su parte sur se alzan una serie de formaciones rocosas en forma de puntas de lanza, un lugar magnifico para practicar la escalada y realizar una vía ferrata.
La propuesta nos conquista al momento, es la elegida para pasar el fin de semana, disfrutar de la naturaleza y poner a prueba nuestros conocimientos y aptitudes. 

No se vosotros, pero la noche previa a un gran viaje para mí es una noche en vela. Aunque tengo preparado todo, o casi, la cabeza no deja de maquinar, le doy la vuelta a la lista, pienso en posibles aportaciones de última hora, pero sobre todo mi imaginación vuela hasta el lugar elegido. Se pasea por sus cumbres, por sus senderos, por sus pueblos. Intenta avecinar como será el territorio, sus vistas, sus gentes…
Cuando suena el despertador apenas suman 2:30 horas el tiempo que mis ojos se han cerrado. Sin embargo me incorporo lleno de energía, de actividad, casi eléctrico. Preparo los sándwich y el té. Recojo las cosas y me pongo en marcha. Llego a la estación y me encuentro con Isi, pillamos los billetes y nos subimos al bus. Todo sale según lo previsto. Tenemos 1:45 h para rebañar algo de sueño.
Al pasar Postojna, Nanos se nos presenta exuberante, está dispuesta a ofrecernos su mejor cara, los colores se entremezclan en un baile de rojos y verdes, la roca emana de la vegetación, la electricidad vuelve.
Llegamos a Vipava a eso de las 10:15, por delante 7 horas de luz. No hay tiempo que perder, así que lo primero es ir a la oficina de turismos a pillar un mapa. La oficina se encuentra en el centro del pueblo, es muy fácil de encontrar. La chica nos los ofrece y dos da algo de información adicional. Nos señala donde está el punto desde el que comienza la vía ferrata y nos dice que hay un refugio en lo alto de una de las cimas, Abram. Con un “hvala” nos despedimos de ella y planeamos la ruta hasta el punto de inicio. El pueblo está a unos 2 km por carretera, pero nos seduce más la idea de ir por el monte. Subimos hasta el inicio del sendero y nos encontramos con una mujer que nos aconseja que reconsideremos la opción de ir por carretera, ya que la bajada por el lado del camping es muy peligrosa, al tener una inclinación muy acusada y tratarse de roca. Aceptamos su consejo y nos ponemos rumbo al camping “Kamp Tura” por asfalto. El camino es corto, y solo se endurece cuando nos vamos acercando a nuestro objetivo, ¡es un calentamiento perfecto! Al llegar volvemos a preguntar, esta vez a un grupo de eslovenos que bajan de la montaña. Nos indican el lugar de la ruta y que al llegar a Abram podremos alojarnos y comer, el tiempo estimado son 2 horas y media, asumible.

Comenzamos la primera fase de nuestra aventura con la emoción y las ansias de empezar a subir, la montaña se alza intimidatoria, pero sobretodo muy bella, es como si quisiera decirnos: “os voy a hacer disfrutar, pero debéis  respetarme”. Y eso hacemos. Al llegar a la pared establecemos nuestro campo base, en el que preparamos el material para la vía, son las 12:00 y nos llevará 45 minutos prepararlo todo, reponer fuerzas con un té bien calentito y algo de comida. Es la hora de poner en práctica lo aprendido en la primera clase de deporte y recreación en la montaña, o como quiera que se llame esa asignatura. Nuestro profesor, al grito de” improvizacija!” nos enseñó cómo montar un sistema de anclajes para poder realizar una vía ferrata con un arnés un trozo de cordino de unos 4 mts y dos mosquetones. Sí, lo sé, deberíamos haber llevado casco, pero no hemos podido traerlo de España, aunque lo haremos.
 Una vez preparado y comprobado el equipo y de incluir un anillo de cinta con un mosquetón de seguridad adicional, nos ponemos en marcha. La vía es como la imaginaba la noche anterior, pero sinceramente más sorprendente. La caliza de esta zona en la que se encuentra Nanos, denominada “Karst”, es muy grata al tacto, con agarres agradecidos, que me lleva de viaje tiempo atrás recordando la visita que Pablete y yo hicimos a Espiel, este mismo año.

Subimos por la vía, poco a poco, disfrutando de cada paso, saboreando cada mosquetoneo.

Hacemos nuestra ascensión lo más pura posible, utilizando el cable como seguro y nunca para progresar. La sensación es indescriptible, la sonrisa nos e borra de la cara, y sin querer se nos escapa un “soy feliz en este momento”.

Este es un instante  para nosotros, sin pensar en nada más, solo en el siguiente paso, en el siguiente agarre, en el próximo tramo. Es por esto que la vía se mete muy dentro de nosotros, que nos empapamos de ella y ella de nosotros, es por eso que la recordaremos siempre.














Finaliza la vía con un coctel de sabores, agrio, porque ya se ha terminado y dulce muy dulce, porque nuestra aventura no ha hecho más que comenzar. 
 
Después de saborear una última panorámica del valle de nanos continuamos nuestro viaje por su interior. Ascendemos por un sendero escarpado y sinuoso, nos encontramos con varias parejas que suben a marchas forzadas, les saludamos y les dejamos paso (no veas cómo anda esta gente!!!!). La nuestra no es una ascensión contra reloj, no consiste en llegar a la cima, sino disfrutar del camino, algo que todos deberíamos aplicarnos en nuestras vidas.

Al llegar a la cima de Gradiška Tura  la felicidad aumenta, es nuestra primera ascensión a una cumbre eslovena, si lo sé, es una cumbre pequeñita, pero es nuestra primera vez, y eso siempre es especial y nunca se olvida. La pared nos marca 761 metros por encima del nivel del mar y nos ofrece la posibilidad de dejar constancia de nuestra hazaña, oferta que aceptamos y agradecemos sin pensarlo dos veces. Es en este momento cuando me acuerdo me otras personas, especialmente de mi hermano Javi, sé que disfrutaría mucho haciendo esto y le echo mucho de menos.

 
La ruta se torna ahora más suave, discurrimos por un bosque arropado de pinos y otros árboles que no conocemos su nombre, éstos, contentos por nuestra visita nos agasajan con una alfombra de hojas, la estampa es idílica. El recorrido es sencillo, únicamente hay que seguir las indicaciones en piedras y arboles, aunque os aconsejo que estéis provistos de un mapa, por cualquier despiste orientativo que podáis tener. El termómetro marca 12 º C, ideal para andar.
El día cada vez se vuelve más oscuro, aún quedan horas de luz, pero no podemos confiarnos, asique aumentamos el paso colocándonos uno delante de otro y cambiando roles de vez en cuando, emulando a dos escapados en “Le Tour”.
Nos encontramos con la primera carretera de montaña de las dos que debemos pasar y pensamos: “en caso de algún imprevisto podemos llamar a Dejan y que nos recoja por aquí” seguimos firmes en nuestra intención de hacer noche en la montaña, pero siempre hay que tener una vía de escape, y esta era la nuestra. Poco después nos viene a saludar uno de los habitantes de este bosque, un perro que parece estar contento con nuestra visita y nos acompaña un tramo del camino. Llegamos a un primer punto de inflexión, nos encontramos con lo que parece ser un refugio y una casa de un guarda, nos acercamos a inspeccionar, pero está cerrado, aunque hay una ventana abierta que nos permite la entrada hasta una leñera. Esto se convierte en una nueva vía de escape, si no conseguimos, por alguna razón llegar a Abram, este será nuestro lugar para pernoctar. Nos paramos durante un momento, bebemos agua, reponemos fuerzas, anotamos la hora y continuamos la ascensión.
Seguimos camimando por el bosque con ganas de llegar a nuestro destino, más que nada para cerciorarnos de que es posible pasar la noche allí. Es momento para pensar en todo esto, en todo lo que nos está pasando desde que hemos llegado a este país, todas las vivencias que estamos atesorando y todo lo que estamos aprendiendo. Este pensamiento me da un nuevo soplo de vida, de ganas de continuar.
Pasamos la siguiente carretera en la que nos volvemos a encontrar el cartel de nuestro destino, esto nos alienta a seguir. Nos cruzamos con una casa y una zona de picnic, la inspeccionamos por si se trata de nuestra meta, pero no es así, por lo que continuamos. Afrontamos la última ascensión que nos dará el acceso a Abram, las fuerzas ya no sobran, llevamos muchas horas despiertos y haciendo un gran esfuerzo, pero la ilusión es mucho más poderosa, asique pensamos “venga, un último esfuerzo”.

Al coronar la cumbre el corazón se acelera, debemos estar muy cerca y un coche nos muestra que hay vida urbana por esos parajes. Un cartel en la entrada nos lo confirma, nos encontramos en Abram. Echamos un primer vistazo y nos dirigimos a una casa, con pinta de ser lo que buscamos. El señor, que recoge un saco de mazorcas de maíz nos dice que nos es ahí, que tenemos que bajar 100 mts. Agradeciéndolo nos desplazamos al que será el sitio para dormir hoy. Preguntamos a otro lugareño que siega la hierba con una guadaña, haciendo gala de una gran destreza. Los gestos son el lenguaje utilizado, ya que no habla inglés. Por su parte nos dice, “no, está cerrado” “dormir abajo” “dos horas de camino”. Sus gestos son un jarro de agua muy fría directa a nuestras cabezas. No tenemos alojamiento. Y tampoco la posibilidad de llegar al pueblo, son las 16:30 y solo queda una hora de luz, algo menos posiblemente. Por su parte la niebla monta su particular fiesta de bienvenida consiguiendo abrazarnos totalmente en pocos minutos.
Unos breves segundos de desconcierto y nuestra mente despierta de nuevo a un ritmo acelerado, mejor, ya que vamos a necesitarla al cien por cien para salir de esta. La decisión es unánime, hay que buscar un lugar para pasar  la noche en ese mismo pueblecito. Disponemos de todo lo necesario, saco de dormir, ropa adecuada y una esterilla que compramos el día antes y estamos agradeciendo, y de qué manera, el haberla incluido en el equipamiento.
Refugio improvisado
Sin más nos ponemos a buscar lo que será nuestro hogar durante una noche. No sé si por suerte o por nuestra capacidad de reacción (Isi y yo no nos ponemos de acuerdo en esto) encontramos una especie de cueva artificial que bordea una casa. Una primera inspección con el frontal y me doy cuenta que el agujero se extiende unos 5 metros hacia la derecha, con unas dimensiones de 1,20 X 1,20 m aproximadamente, esto podría proporcionarnos un lugar alejado de la intemperie, donde poder pasar la noche con ciertas garantías. Solo necesitamos un segundo para pensárnoslo, !será aquí!


Elegido el lugar, ahora nos queda acondicionarlo lo mejor posible, utilizando toda nuestra creatividad y conocimientos.  En un primer momento barremos la zona donde colocaremos nuestras esterillas, quitamos todas las piedras y cubrimos los salientes que puedan pinchar nuestros aislantes hinchables. Esto es de vital importancia ya que, según he leído o visto en algún sitio (y he podido comprobar en mis carnes), la mayor pérdida de calor se produce por radiación, es decir, al entrar en contacto con un material que está más frío que nosotros, o con el propio viento.

Es por ello que una esterilla aislante es imprescindible en una pernocta en la montaña. En el fondo de la cueva existe una ranura por la que corre el aire, debemos taparla para evitar esto, ya que no tendremos problemas con la respiración al estar la entrada abierta. Con todo preparado por fin nos tumbamos a descansar y a disfrutar de una merecida comida, una ensalada de pasta que a buen seguro nos aportará buena parte de la energía consumida. 


Cerramiento del fondo del refugio
La situación es inesperada, es por eso que nos conquista aún más. La idea de adaptarnos a los imprevistos es algo que buscábamos cuando elegimos pasar 9 meses en un país extranjero, sin conocer el idioma y lejos de nuestros seres queridos. Estamos poniendo a prueba nuestra capacidad de resolver los problemas que se nos presentan, y por el momento y a nuestro parecer, lo estamos haciendo muy bien. Quizás por eso la comida resulta aún más suculenta.
Son solo las 6 de la tarde, pero nuestros cuerpos castigados piden una tregua, asique nos preparamos para dormir. Nos cambiamos de ropa, para quitarnos toda la posible humedad que pueda contener la de la ruta. Preparamos una barricada con las mochilas y las chaquetas, consiguiendo que no corra nada de viento por el lugar donde vamos a dormir. La cama está lista, ahora solo queda descansar.
Y no tardamos en desmallarnos en los brazos de Morfeo, creo que yo fui el primero, a tenor de los ronquidos que tuvo que aguantar mi compañera de viaje, pero finalmente ella también sucumbe. Nos despertamos de vez en cuando pero pronto lo recobramos, la fatiga puede con lo inusual de nuestra cama. Sobre las 12:30 me despierto por el ruido descomunal que hace algún gracioso derrapando con el coche. Finalmente se van, pero el daño ya está hecho, ahora me costará dormir. Es entonces cuando me doy cuenta de que mi colchoneta no tiene la presión que le metí al principio. Una breve comprobación me da las malas noticias, está pinchada. Algo que no viene nada bien en estos momentos ya que su capacidad de aislar merma considerablemente. Y poco más tarde comienzo a sufrir sus efectos. No sé si es porque pensaba mucho en ello, o porque realmente estaba sucediendo, pero la pérdida de calor era un hecho e iba en aumento. Ya sabéis, cuanto más piensas en algo más real se vuelve, es la pescadilla que se muerde la cola.
Utilizo esas horas de no-sueño para idear como voy a arreglarlo cuando llegue a casa y cómo puedo proteger mi aislante en futuras salidas. Mientras tanto intento colocarme de perfil, para disminuir al máximo la base de apoyo de mi cuerpo y perder el menor calor posible.
Son las 8:30 y hemos conseguido pasar la noche en un refugio improvisado. La sensación es exultante. Pero aún nos espera una prueba más, está lloviendo.

Decidimos esperar un tiempo y desayunar para coger fuerzas, a la vez que desear que nos dé una tregua. Pero no es así, por lo que recogemos el campamento, nos despedimos de nuestro refugio, el cual nunca olvidaremos, marcamos nuestra ruta y ponemos rumbo a Vipava.
La bajada se hace menos dura de lo esperado. Los árboles nos protegen de la lluvia, como si quisieran que nos lleváramos un buen sabor de boca de ese sitio, para que volvamos alguna vez. Sin duda lo haré (ya lo he prometido). Y con todo esto nos vuelve a la mente esa frase que repetimos de vez en cuando: “Eslovenia nos quiere”.
Gracias a nuestro mapa conseguimos llegar a nuestro destino, aunque los senderos no están tan bien marcados en esa parte y llegamos algo mojados, sobre todo Isi. Es por ello que buscamos un bar para tomar algo caliente y secar en la medida de lo posible nuestra ropa.



Estamos en Vipava, en la civilización. Atrás hemos dejado la naturaleza, la montaña, el que ha sido por unas horas nuestro hogar. La sensación es rara, como si éste no fuera nuestro sitio, como si nuestro lugar estuviese ahí arriba. Estamos cansados, mojados y bajos de fuerzas, pero a la vez muy altos de moral, hemos disfrutado de una inolvidable  experiencia a vista.


3 comentarios:

  1. olééééé..!!! jejeje!!.. k bien que os lo mantais, k envidiaaa!!!

    he de decirte, que por unos segundos has conseguido hacer que me sintiese como si estuviese en la pared trepando con vosotros por esa rica caliza, y caminando por esos bosques otoñales..!!!

    sigue disfrutando asi y compartiendolo de esta manera!!!

    un pedazo de abrazo timoncin!!!

    (se te exa de menos..!!!)

    ResponderEliminar
  2. jejejejeeje gracias Pumba!!!!

    Eso espero, ser capaz de transmitiros de la mejor manera que pueda todo lo que acontece por aquí.

    Me gustaría verte por estas tierras viviendo estas aventuras conmigo muy pronto.

    Un Abrazo enorme amigo. Yo tambien te echo de menos.

    ResponderEliminar
  3. Bueno bueno no os pongais tan sentimentales q no sois los unicos q exais de menoos eehh!!! q los q stamos en cc tb esperamos visitas vuestras.
    xaxe puedes estar seguro d q lo transmites bien hasta el punto d acer caer unas lagriminas al leerlo. Me encanta este blogg
    1abrazooo

    ResponderEliminar