A las 18:27
h le pego la última llamada a Jerin. En una hora y 15 debería estar encaramado
a la barriga de un avión de bajo coste (espero que esto sólo sea un eslogan
comercial) para llegar hasta Madrid y de ahí, tras varios tumbos por la
geografía española, caer en Plasencia de madrugada y poder unirme al PETA en la
concentración invernal de este año. Tras de mí llevo un mochilón cargado hasta
las trancas de material, que por supuesto tengo que facturar, no vaya a ser que
me dé por liarme a pioletazos, pa´resolver los problemas en que nos vemos
sumidos todos… ojo! Que se le quitarían las tonterías a más de un listillo, que
ha pensado que aprovecharse de su cargo institucional para llenarse los
bolsillos con el dinero de otros. Pero mejor no seguimos por ahí, porque
necesitaría todo un blog para esto, y tan solo conseguiría un dolor de tripas.
Mi
primo, como siempre, me dice: - No te preocupes! llegamos seguro. Pero como ya
nos conocemos, prefiero meterle prisa.
Llegar al mostrador de facturación es
el resultado de muchas horas de gestiones telefónicas en busca de un plan
alternativo para este finde. Y digo alternativo porque yo en un principio me
iba a Sierra Nevada, pero por lo visto ha caído tal paquetazo de nieve, que los
responsables de la actividad han decidido suspenderla.
A las
12:00 h agarro el teléfono, cosa que no me gusta demasiado, bien lo saben mi
familia y amigos, y comienzo a llamar como loco a la gente que puede ofrecerme
un plan motivante para este finde. Pero es viernes, son las 12 y la gente ya
tiene preparados los macutos para irse.
Juanjo,
nuestro técnico del PETA, me propone la alternativa al intento fallido en
Sierra Nevada, que consiste en una actividad doble: vías invernales en
hoyamoros el sábado y escalada en las cascadas de Canalizos, el domingo. Yo ya tenía
la imagen de mi culo deslizándose por la nieve andaluza con los esquís de
travesía anclados a mis botas, pero un simple vistazo a mi armario, con mis
piolets mirándome con ojos de: “no tenemos un solo rasguño, quieres sacarnos
ya!!!!” hacen que me decida. Bueno eso y mi charla con Pablete.
Pablo Macías
es la mejor persona que puedes tener a tu lado en momentos de indecisión, bueno
y también en todos los demás. No duda en tirar los apuntes a un lado y ponernos
manos a la obra para conectar Barcelona-Plasencia en una tarde, y si puede ser
pasando por Madrid pa´darnos un abrazo, mejor.
El objetivo está marcado, ahora solo
queda encontrar la manera de llevarlo a cabo.
La
lagartijilla que todos los que amamos la montaña tenemos dentro comienza a
pasearse arriba y abajo por mi cuerpo. Me encanta ese cocktail de adrenalina,
impaciencia y serenidad que se necesita en estos casos.
Como agentes de bolsa que parecemos,
utilizando al unísono teléfono, internet y whatsapp (tomad nota chicas)
conseguimos nuestro propósito, algo rocambolesco y con algunas horas de espera
al raso, pero esto no son tiempos demasiado cuerdos y así voy aclimatándome.
El
“paseíto” consta de un vuelo hasta Madrid, un bus hasta Salamanca y otro más
hasta Plasencia, llegando allí sobre las 3 de la mañana. Teniendo en cuenta que
el grupo ha quedado sobre las 5:30, Perfecto!
Tardamos varios minutos, sino horas,
en cuadrar los horarios. Todo muy justito, haciéndote viajar con el culo
apretao durante las nosecuantas horas
que voy a estar en ruta. Pero como no será la primera vez, y no hay otra
opción, pues adelante!
Justo antes de clickear y que me
soplen los muchos euros que voy a soltar, nos damos cuenta de que hay algo que
no cuadra, el punto débil está en uno de los transbordos, por lo que hay que
volver a estructurarlo todo. Telefonazo a mi hermano, que está en Ciudad Real,
para que me deje el coche y subirme a Plasencia. Acepta sin problemas, así que…
a la tierra de Don Quijote!
Y aquí
me veo, facturando mi mochilita, montada en no más de 20 minutos, gracias a la
lista que la tarde antes había preparado en una tetería de la calle Talleres,
con la inestimable ayuda de Iris, esa personaje de culo inquieto, que trabaja
por allí y que creo que se uniría al plan con los ojos cerrados.
Como una persona de bien, paso el
control sin problemas y al pedir info sobre el vuelo, me dicen que viene con
retraso desde Paris: -Al menos 30 minutos. Lo que en nuestro idioma viene a ser
1 hora como poco.
Me cago en todo lo cagable, y rápido
pongo a mis dos compis a buscar soluciones en internet.
Pero esta vez no va a ser posible. Ni
siquiera mi magnifico plan de sobornar a un taxista para que vuele literalmente
por las calles de la capital podría funcionar.
Pablete,
haciendo gala de su arte gaditano me dice: - Picha! Que el destino no quiere
que escales este finde!. – Pues ya le pueden dar bien por el culo al destino,
porque pienso hacerlo! -estamos a viernes y esto no ha hecho más que empezar.
Al llegar a Madrid el abrazo sincero
de Pablo y Bea hace que se me olvide el contratiempo, o que incluso me alegre
en cierto modo, pues por desgracia no son muchas las veces que puedo disfrutar
de ellos.
El resto del día lo aprovechamos como
se merece, regado en cerveza y en pinchos. Ya pensaremos mañana en lo que
hacer, ahora estamos aquí.
La mañana
del sábado la aprovechamos para dar una vuelta por las tiendas de montaña de la
zona, y hacerme con un juego de fisureros, que espero estrenar al día
siguiente. Pobre iluso de mí…
Al llegar en el tren a Plasencia me
noto algo perdido, desorientado. Y lo mejor en estos casos es coger la mochila
y ponerte a andar, que en algún sitio aparecerás. Arranco calle arriba y pronto
me empiezan a resultar familiares las casas que veo. Tiro para la plaza, que allí
siempre hay gente y con alguien me encontraré. Tras un par de telefonazos que
no dan resultado, me acuerdo de que Mario estaba por aquí. Sé que tenía en
mente subir hoy al Calvitero y bajar con la tabla de snowboard.
Con un
café entre las manos me cuenta que no ha podido llevar a cabo su plan, ya que
su compañero de subida no se encontraba bien, a poco de comenzar el ascenso.
Contactar con los miembros del grupo
me resulta imposible, todos están sin cobertura, lo que sugiere dos opciones:
se les ha hecho tarde en hoyamoros o es que finalmente se quedan a dormir allí.
La primera opción nos parece poco probable, pues son más de las 10 de la noche.
Asique tiene que ser la segunda.
Ante la inminente situación de
quedarme sin nada que hacer para mañana pronto le propongo a Mario hacer algo
por nuestra cuenta. El “SI” es rotundo. Creo que ambos estamos deseando de
retomar nuestras escaladas después del intento fallido al Almanzor hace poco más
de un año. Esta vez con más experiencia y mejor material, nos proponemos encaramarnos
al techo de Salamanca (Calvitero, 2401m) y al de Cáceres (El Torreón, 2395m),
pasando por La Ceja (2425m). Aunque el segundo dependerá de la climatología.
En la plataforma de candelario el
color blanco activa mis nervios. Hace ya casi un año que la nieve no cruje bajo
mis pies, que no siento su frio abrazo, y no me embeleso con sus impresionantes
paisajes.
Por esto
no veo el momento de calzarme las botas. Aunque estamos aquí para disfrutar,
nadie nos obliga, ni nos está cronometrando para ver en cuánto tiempo somos
capaces de subir y de bajar. Nosotros subimos al monte precisamente para
escapar de todo ese estrés que el ser humano nos empeñamos en autoimponernos.
Comenzamos nuestro ascenso a buen
ritmo. Pisando tramos de carretera para evitar los odiosos piornos, que hacen
que te hundas a cada paso, pensando que la nieve aguantará sobre ellos.
Solo levanto la cabeza para disfrutar
de lo que me rodea, un manto blanco lo ha cubierto todo, la imagen es propia de
una postal de navidad, o mejor aún, de la fotografía de un enamorado de esto.
Vistas desde la antecima del Calvitero |
Un paso
tras otro vamos superando el generoso desnivel que nos separa de nuestro primer
objetivo. Surcamos una de las caras del Calvitero. Subimos por lo que denominarían
la “ruta normal” aprovechando cualquier momento en que sea posible para
disfrutar de la sensación de pisar nieve virgen, en cierto modo puede que sea
para darle algo más de compromiso a nuestra ascensión, no lo sé, yo tengo
bastante con seguir el ritmo de Mario, como para pensar en más cosas… Eso sí,
me acuerdo de todas las tardes que no he salido a correr después del kurro.
Puffff que bien me hubiese venido ese plus aeróbico ahora.
Casi sin
darnos cuenta nos encontramos en la antecima de esta punta salmantina. Nos
asomamos al “balcón” para ver una buena panorámica de Gredos, o al menos lo que
esas nubes tan majas nos dejan. Esa foto en mi retina hace que todo haya valido
la pena.
Cima del Calvitero |
Tras la típica foto al lado del
“piquito” nos apresuramos a buscar un buen sitio para dar buena cuenta del
bocata de chorizo que la mamá de mi compi nos ha preparado. Pero este es un
viaje de imprevistos, problemas e improvisación, por lo que los bocatas se han
quedado en el coche. Era de esperar…
Cima de La Ceja |
Con el chorizo en la mente, que no en
la lengua. Nos apresuramos a hoyar nuestra segunda cima de hoy, La Ceja. Lo
cierto es que el recorrido es un paseíto, y casi sin darnos cuenta estamos otra
vez con la cámara de fotos en la mano. Caminar por la cima de la Ceja es fantástico,
es algo así como una cornisa con la forma que su nombre indica. A pocos metros
del precipicio no me resisto más y jondeo mi mochila al suelo para correr y
revolcarme por la nieve. Es un momento que he estado esperando durante mucho
tiempo, por el que he tenido que superar muchos problemas surgidos en un corto
espacio de tiempo. Pero lo cierto es que nada de eso tiene importancia ahora.
Con viajes como este te das cuenta de la fuerza que tiene la pasión por algo.
Eres capaz de resolver y adaptarte a cuantos imprevistos surjan, de no dejar
que los pequeños problemas mermen o quebranten tu ilusión, de conseguir lo que
te propones o proponerte nuevas cosas a conseguir.
Arista que da acceso a la cumbre de La Ceja |
Ajde
!